
Rab. Dr. Efraim Zadoff
Durante muchos años los Keis –los líderes espirituales de las comunidades de judíos de Etiopía– demandan del gobierno israelí ser reconocidos en igualdad de condiciones con los rabinos ortodoxos – por derecho y no por benevolencia.
Esta lucha no se restringe a estos judíos. Es la lucha de todo judío que preconiza la libertad de conciencia, la libertad de fe y el respeto por el prójimo.
Esta discusión se desarrolla en torno a la identidad de los judíos que inmigraron a Israel desde Etiopía. La lucha de los Keis es la punta del iceberg de la problemática del reconocimiento en la identidad judía de las colectividades de Beta Israel.
El estáblishment rabínico ortodoxo aceptó a regañadientes, el veredicto del rabino Ovadia Iosef, que reconoció a los judíos de Etiopía, y le impuso varias condiciones ofensivas: de algunos sectores exigieron conversión y de todos demandaron que adopten un régimen de vida religioso ortodoxo de acuerdo a la Halajá – Ley rabínica.
Estas demandas obligaron a los inmigrantes a abandonar sus tradiciones milenarias y adoptar una halajá diferente de estas tradiciones. Por ejemplo, respecto a las leyes dietéticas de kashrut, los judíos de Etiopía evitaban cocinar un cabrito en la leche de su madre de acuerdo a lo establecido en el libro bíblico de Shmot – Éxodo cap. 23:19, pero no adoptaron las leyes posteriores de separación de carne (incluyendo aves) y leche. En un ámbito más amplio, conservaron la costumbre de la tradición bíblica que la pertenencia al pueblo se transmite por vía paterna, y no por vía materna como innovaron los rabinos de la Mishná.
A pesar de que los judíos que vinieron de Etiopía adoptaron estas demandas para ser aceptados y para facilitar la continuidad en la aliá –la inmigración– de sus familias que quedaron en Etiopía, no hay duda que esta actitud del estáblishment religioso ortodoxo fue una afrenta a su orgullo judío y a su sentimiento de seguridad. Internamente se sintieron despreciados a pesar de los tremendos sacrificios que hicieron en su camino a la tierra anhelada.
La primera vez que ví que alguien alzó su voz en forma ordenada, científica y sumamente prolija fue el rabino Dr. Sharón Shalom (nieto de un Keis) en su libro en hebreo MiSinai leEtiopia – De Sinaí a Etiopía, en el que describió en forma detallada y precisa las tradiciones de Beta Israel y sus fuentes en la Biblia, y destacó las diferencias entre ellas y las leyes y nuevas tradiciones introducidas por JAZAL – los rabinos redactores de la Mishná y el Talmud.
A pesar de que él mismo estudió en una ieshivhá (academia rabínica) ortodoxa de tradición lituana, se doctoró en la Universidad de Bar Ilán (religiosa) y adoptó personalmente las tradiciones rabínicas, en su libro defendió –ya desde su título– el arraigo de la tradición judía de Beta Israel y la legitimidad en su observación.
Lamentablemente el estáblishment rabínico ortodoxo rechazó sus explicaciones y el rabino sefaradí principal Shlomo Amar, dictaminó que el libro contiene pensamientos heterodoxos.
También los líderes espirituales de las comunidades de los judíos de Etiopía tuvieron que doblegarse y ceder en sus tradiciones, en su liderazgo y su comprensión de la esencia del judaísmo de acuerdo a su concepción. El que quería recibir una posición de dirigencia tenía que, no solo estudiar en ieshivot determinadas sino también vestirse como un rabino ashkenazí: vestir un traje negro con un saco largo, camisa blanca y usar sombrero negro de ala ancha. Así hizo el rabino Iosef Hadana, rabino principal de los judíos de Etiopía y miembro del Consejo del Rabinato.
Entre otras cosas, imponen a estos judíos que sus hijos estudien en escuelas religiosas ortodoxas para que sus hijos sean reconocidos como judíos. De este modo pretenden detener los procesos de modernización por los que pasan estos ciudadanos en su inserción en la sociedad israelí plural. Entre ellos hay religiosos nacionales y laicos nacionales, tradicionalistas y aquéllos que no tienen interés en observar los mandatos de la halajá. Todos se sienten judíos israelíes plenos y gran parte de la sociedad israelí los recibe como tales.
Puedo atestiguar, como rabino laico humanista, personalmente y en nombre de mis colegas, que realizamos de muy buena gana ceremonias de casamiento laicas humanistas a jóvenes de estas comunidades, que no se identifican con ningún esquema religioso y sienten apego al judaísmo como cultura sin relación con ritos religiosos.
Llegó el momento de respetar los diversos matices en el pueblo judío. Nuestra fuerza reside en la comprensión de la necesidad actual de una actitud pluralista. El lema que marca nuestro camino y el de los judíos que respetan a su prójimo es Unidad sin Uniformidad.