Rab. Andy Faur
Esta semana nos encontramos en la quinta parashá del Séfer Bereshit (Génesis) y quinta del año, la única de todas las parashot de la Torá que lleva el nombre de una mujer, nuestra matriarca Sara.
Paradójicamente, esta parashá –Jaiéi Sará / la vida de Sara– comienza con la descripción de la muerte y el entierro de la primer matriarca y a este hecho se remite todo su papel en la misma.
¿Cúal es el quid de esta historia entonces? Fuera de la odisea de Abraham para encontrarle un lugar digno de sepultura y la compra del terreno a sus vecinos hititas para enterrar a su esposa (la Cueva de la Majpelá en Hebrón), el centro de la parashá es la búsqueda de una esposa para su hijo (ni el único ni el mayor, pero sí su heredero) Itzjak.
El patriarca Abraham se negaba terminantemente a que su vástago se casara con una mujer de las tribus canaanitas vecinas. En esta perspectiva, podemos vislumbrar, quizás, los comienzos de la tenaz modalidad de los casamientos o uniones intraétnicas o endogámicas judías, que luego el pueblo judío cuidaría y estimularía hasta el día de hoy, como forma de protección y resguardo frente a la posibilidad de una unión que haga peligrar la continuidad identitaria .
Luego de otra odisea por el desierto, el enviado por Abraham, su esclavo principal llamado Eliézer (nombre hebreo de un esclavo no judío???, según JAZAL – los sabios de la época de la Mishná y el Talmud) llega a la ciudad de Aram Naharáim, lugar de origen de la familia de Abraham, y encuentra a la elegida en el clan familiar del patriarca – Rivka, que posteriormente se convertirá en la segunda matriarca judía.
Como era común en aquellas sociedades patriarcales, los casamientos se arreglaban entre las cabezas integrantes del mismo clan, o sea entre parientes más lejanos o más cercanos, costumbre que el judaísmo posterior (ya más entrados en la Edad Media) se encargó de modificar y terminar por prohibir las relaciones maritales entre parientes que implicaran incesto. –
Abraham, después de todo, se casó con una hermanastra suya (hija de su padre Teraj, pero de otra madre) y Rivka resultó ser madrastra y prima segunda de Itzjak (hija de su primo Betuel).
En definitiva, ¿qué nos enseña esta parashá?
No mucho sobre la vida de la matriarca Sará y ni siquera sobre la del patriarca Abraham sino que va más allá de ese espacio y tiempo determinados y se preocupa del futuro del pueblo de Israel y entiendo, como el mensaje central de la misma, la importancia de la continuidad del linaje (hoy la llamaríamos Jewish continuity) y los esfuerzos de Abraham por casar a su hijo y heredero con alguien de su mismo clan, para preservar la cultura y la herencia israelitas (judías) venideras.
Por otra parte, y en cierto contrasentido, no se termina de entender hasta el final el tremendo esfuerzo invertido por Abraham en la búsqueda de Rivka como esposa de su hijo Itzjak en el contexto histórico de entonces. Este formato se contradice con la línea de descendencia patrilineal judía (que en aquel momento era la que imponía la pertenecia al pueblo de Israel) y que es la que prevaleció en las épocas bíblicas, hasta su posterior modificación que se registró por escrito por primera vez en la Mishná (Tratado Kidushín, cap. 3, mishná 12) tras la destrucción del Segundo Templo, en los primeros siglos de la era común. Pero ésto ya es tema para otra reflexión…
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