
Rabino Dr. Efraim Zadoff
(En la foto: ABIERTO EN KIPUR – Encuentro laico entre seres humanos).
Una de las tradiciones judías afirma que en Iom Kipur hay una fuerza superior, que domina nuestros destinos, a la que hay que rogarle que nos asegure vida (y todo el bienestar que se desea para sí mismos y los seres queridos), en el año entrante.
De acuerdo a un texto tradicional (piut) que se incluye en la liturgia de Rosh Hashaná y Iom Kipur que comienza con las palabras «Unetané tókef» (reafirmemos o clamemos con pasión), y que se refiere a la suma santidad de este día, esta fuerza superior posee un gran libro en el cual inscribe los nombres de las personas destinadas a vivir todo el año que comienza. En Rosh Hashaná las inscribe (kotev – ktivá) y en Iom Kipur referenda su decisión con su firma.
Esta es la razón por la cual, uno de los saludos o deseos que se suele decir en Rosh Hashaná es Ktivá tová y en Iom Kipur es Ktivá vajatimá tová, o Gmar jatimá tova, que significa que se finalice este día con una firma buena, es decir que gocemos de la fuerza superior un veredicto de vida.
Hay judíos que sienten, creen y aceptan que lo narrado en este relato es una verdad inapelable. En este día, que comienza con la puesta del sol en la víspera del mismo y finaliza al verse la primera estrella a fines del día, ayunan para expiar sus pecados y dar más fuerza a sus pedidos de perdón por sus malas acciones y para ser inscriptos en el libro de la vida.
Hay judíos que ven en esta descripción una metáfora, ya que, al igual que Maimónides, creen que esta fuerza superior no tiene una forma antropomórfica ni puede ser reprentada de ningún modo, por lo que no puede registrar e inscribir nombres de personas en un libro. En su visión hay una fuerza superior que rige la vida de los seres humanos y de todo el Universo, a la que hay que elevar plegarias para solicitar que ocurran cosas buenas o al menos agradecerle por lo que se tiene.
Para otros es el ser humano, el que eleva sus plegarias, quien precisa de las mismas, ya que éstas no pueden influir en las decisiones de la fuerza superior que sus consideraciones en su toma de decisiones son inalcanzables e incomprensibles por la mente humana.
También hay aquellos que participan del ayuno y de los rezos por reminiscencias del pasado y de la casa de sus padres y como una expresión de su identificación con el pueblo judío.
Otros judíos no se identifican con ninguno de los significados de este día y para ellos es como un día más, sin ningún significado especial.
Por último hay judíos que sienten que la cultura judía es parte integral e inseparable de su identidad, sienten que la singularidad de este día es muy importante en su vida, pero no se identifican con los contenidos religiosos mencionados de Iom Kipur, ni desean evocar a una fuerza superior que puede definir su destino.
Yo me encuentro entre estos últimos. Buscamos un modo diferente de celebrar este día de acuerdo a nuestro modo de vivir y a nuestra idiosincracia. Para nosotros el sentido principal de este día es el de dedicar una reflexión especial al deseo de mejorar la sociedad humana. En las últimas décadas hay cada vez más grupos de judíos en Israel y en las diásporas, que la visión humanista es central en sus vidas, que en este día se reúnen para reflexionar sobre temas relevantes a esta aspiración y evaluar el propio comportamiento. En estas reuniones se leen textos de autores judíos y no judíos, de nuestro acervo cultural y de otras culturas que nos son cercanas. También se leen poesías y se cantan canciones relevantes de la tradición judía y de la música moderna universal.
Hay un texto tradicional del que quiero citar la interpretación de mi colega la rabina Aialá Shaní. Este texto está citado en la Mishná (ss. I-III e.c.): «Las transgresiones entre el ser humano y la fuerza superior (Makom) son expiados por [el día de] Iom Kipur; [las transgresiones] entre los seres humanos no son expiadas por Iom Kipur, sino por una reconciliación con el prójimo» (Ioma, 8:7). Para la rabina Aialá esta es una expresión unívoca de una posición humanista en el pensamiento clásico judío, que coloca al ser humano y a las relaciones entre los seres humanos en el centro de nuestra vida. Estas relaciones expresan responsabilidad directa del ser humano sobre sus actos frente a sus congéneres. En esta dimensión las posibilidades de intervención de una fuerza superior son irrelevantes, y el elevar plegarias para mejorar la situación es algo inútil.
Nuestro deber es el de asumir esta responsabilidad y actuar positivamente para mejorar nuestra sociedad y bregar para que sea recta, sensible, equitativa, justa y misericordiosa.
Quiero desearnos que en este Iom Kipur, cuando parafraseando a Hilel el Sabio: «No hagas a tu prójimo lo que es odioso para ti», alguien nos desee «que tu prójimo se comporte contigo tal como tú te has comportado con él», este deseo sea una bendición.