
Enciclopedia de la historia y la cultura del pueblo judío, E.D.Z. Nativ Ediciones, Jerusalén 1999.
Aunque es sabido que los judíos viven en E. desde hace casi 2.000 años, las conjeturas sobre su origen y número son muchas y contradictorias. Según su propia tradición, descienden de Menelik, el primer rey de Etiopía, hijo de la reina de Shva y el rey Shlomó; otras conjeturas postulan que llegaron del sur de Egipto en los últimos siglos antes de la era cristiana, o del sur de Arabia aproximadamente en el s. V e.c. Actualmente se supone que los judíos de Etiopía son descendientes de conversos que perdieron todo contacto con el judaísmo aún antes de que la Halajá (ley judía rabínica) adquiriera su carácter actual (época de la Mishná – ss. I-III e.c.). Su idioma es el amhárico, pero rezan y leen los libros sagrados en guez. En su casa de oración hay un altar en el que ofrendan sacrificios y, en una esquina, el Santuario Supremo, destinado sólo a los sacerdotes. Cumplen las mitzvot (preceptos) de la circuncisión, tohorat hamishpajá (leyes referentes a las relaciones sexuales en el matrimonio), shabat y shjitá ksherá (faenamiento de animales para su consumo), y conocen con modificaciones, la mayoría de las fiestas judías mencionadas en la Biblia: Pésaj, Shavuot, Sukot y también lom Kipur, pero desconocen totalmente los tfilín, la mezuzá, la tzitzit, así como el Talmud y la Mishná, y no festejan Januká ni Purim. Esta situación produjo relaciones conflictivas entre la dirigencia de Beita Israel y sus tradiciones judías, y la dirigencia del judaísmo rabínico que surgió a partir de la Mishná, el Talmud y las tradiciones y leyes que se fueron desarrollando durante siglos. Una anécdota que cita el Rabino Dr. Sharón Shalom en su libro De Sinai a Etiopía (en hebreo, pp. 37-38) refleja fielmente este conflicto:
… el debate entre los líderes espirituales de la comunidad, los keisim, y el mundo rabínico … proviene del hecho que en la comunidad la religión es percibida como algo secreto, personal, supremo, espiritual, no como algo comprensible racionalmente. Por ello su mundo religioso no se expresaba en definiciones exactas y leyes minuciosas. En este mundo hay mucho espacio para la espontaneidad y para el individuo. A continuación un ejemplo que confirma esta idea. En el siglo XIX visita en Eretz Israel un judío etíope llamado Daniel ben Janania. Tras escuchar los rabinos de Eretz Israel sobre la difícil situación espiritual y material de la comunidad, deciden enviar a la comunidad una carta emocionante, sólida y empática, con Daniel ben Janania, que dice así:
«Vuestra situación nos emocionó y decidimos hacer lo siguiente: cuando Daniel ben Janania retorne, reuníos, escuchen y aprendan de él lo que vio aquí y cómo cumplimos nosotros los mandatos de Dios de acuerdo a la tradición de JAZAL (nuestros sabios). Si llegan a la conclusión que hasta ahora se comportaron de un modo inadecuado, elijan tres-cuatro personas talentosas y envíenlas para aquí, a la ciudad santa, y nosotros les enseñaremos en forma práctica el cumplimiento de los preceptos (mitzvot).»
Los dirigentes y sacerdotes de la comunidad se emocionaron al recibir la carta, pero también vieron en la misma una amenaza a los fundamentos de sus costumbres y tradiciones. Por lo tanto, estando seguros en su camino, respondieron con una carta que rechazaba todo intento de interferencia exterior, y así escribieron:
«Debido a que hemos oído que hay muchos judíos en Egipto y Jerusalem, y que sus leyes y tradiciones difieren de los nuestros, los invitamos a que nos envíen personas entendidas para que les enseñemos los principios de la religión de Israel aceptadas entre nosotros y les enseñaremos el camino por el que deben andar».
En definitiva este debate condujo a un compromiso. El encuentro masivo entre Beta Israel y el judaísmo rabínico en Israel, y al comprender los dirigentes religiosos de los primeros su situación minoritaria en la sociedad religiosa israelí, cedieron a las presiones de los segundos y adoptaron en gran medida las tradiciones, costumbres y leyes religiosas rabínicas.
Los etíopes llamaban a los judíos «falashas», que en amhárico significa exilados, en tanto que ellos mismos se denominan Beta Israel (Casa de Israel). Originariamente vivían en aldeas en la región de Gondar, y se mantenían de la agricultura (como arrendatarios) y de la artesanía. Su número varió con el tiempo: en sus comienzos, eran numerosos debido a extensas conversiones al judaísmo, y en los ss. X-XII constituían uno de los grupos dominantes en el país. Con la aparición del cristianismo, se debilitaron y redujeron en número; en el s. XVIII la comunidad aún contaba con cerca de medio millón, pero a principios del s. XX eran nada más que 50.000. El investigadorJacques Faitlovich se dedicó desde 1904 a renovar su vínculo con el judaísmo; con ese fin fundó una escuela judía y logró la autorización para que jóvenes viajasen a estudiar al exterior.
El establecimiento del Estado de lsrael despertó en los judíos de Etiopía el deseo de hacer aliá y unos 350 inmigraron en 1949-1954. Además, se abrió una escuela en Israel para que jóvenes de la comunidad se capacitaran como maestros y retomaran a Etiopía. En 1984, la sequía y el hambre asolaron el país; ante el peligro de exterminio, el gobierno israelí organizó la inmigración clandestina de unas 15.000 personas en una acción secreta vía Sudán, que se denominó «Operación Moshé». Sus costumbres diferentes despertaron dudas en ciertos sectores ortodoxos de la sociedad israeli sobre la autenticidad de su judaísmo, y sus Keisim (Líderes espirituales) elevaron su protesta al respecto. Finalmente, este problema fue subsanado. En una segunda elapa (1990-1994) arribaron a Israel 30.000 judíos más, 15.000 de ellos transportados en 24 horas por Ia fuerza aérea israelí («Operación Shlomó»). Este proceso de inmigración fue doloroso ya que muchos murieron en el difícil camino que tuvieron que andar hasta llegar a los lugares de concentración para ser trasladados a Israel. Asimismo, tuvieron que dejar tras de sí a familiares de primer grado que no respondían a los requisitos para ser aceptados en Israel. El debate para que todos los que quedaron detrás sean traídos a Israel, se mantiene hasta el presente (2016).
El Estado de Israel instauró el 28 de Iiar (que es también el día de Jerusalem) como día de recordación nacional de todos aquéllos que murieron en las operaciones de inmigración.