
Prof. Yaakov Malkin
No hay necesariamente una contradicción entre Israel como estado judío e Israel como estado democrático, siempre que reconozcamos al judaísmo como la cultura del pueblo judío. Judaísmo es la cultura nacional judía que incluye tanto la cultura secular como la cultura de las minorías religiosas judías, que se diferencian entre sí, como los reformistas, los conservadores, los religiosos sionistas, los ultraortodoxos no sionistas y demás.
El marco estatal judío, aún antes de 1948, fué creado por el movimiento sionista, que era eminentemente laico, nacional y humanista.
El movimiento asentó las bases de la concreción de los derechos nacionales del pueblo judío, como derecho de todo pueblo a la independencia en su tierra ancestral y del desarrollo del lenguaje y cultura propios. En la comunidad hebrea que se fundó bajo el gobierno británico, se revivió el hebreo como lengua nacional común a todas las comunidades judías de la diáspora, se sentaron las bases democráticas y se establecieron un sistema educativo, instituciones culturales y medios de prensa. La colectividad judía – el Ishuv, funcionaba como un estado democrático judío, libre de coerción religiosa. Los que boicotearon al sionismo eran justamente los movimientos religiosos judíos.
El Estado de Israel se fundó como un estado judío democrático a imagen y semejanza del Ishuv, tal como se establece en la Declaración de la Independencia. En la cultura hebrea, judía y laica, se renovó el judaísmo mismo. La Biblia, como proyecto laico, volvió a ocupar el centro de la literatura fundacional judía (en contrapartida al Talmud, por ejemplo).
La mayoría de los niños fueron educados en el sistema de educación hebreo secular, que también reveló una apertura a las culturas de otras naciones. Sólo una minoría insignificante estudiaba en los «jadarim» y en las «ieshivot» (casas de estudios talmudicos religiosos), en un gueto espiritual cerrado a la cultura universal.
Aunque sólo una pequeña parte del pueblo judío respondió a la declaración Balfour, gran parte del mundo consideró al Ishuv la comunidad judía en la Tierra de Israel, como un modelo de estado judío democrático, que concretó el ideal nacional en el que los judíos han creído por más de 2000 años.
La democracia está comprometida con los derechos humanos en conformidad con criterios universales, independientemente de la identidad étnica o religiosa. Pero desde su creación Israel se volvió cada vez menos y menos democrático.
Este artículo no discutirá las violaciones de los derechos humanos de los palestinos que viven en los territorios ocupados, y de las leyes diferentes que se les aplican, en comparación con los judíos que viven en esas zonas. Éste es el daño más importante por supuesto, pero aquí quiero concentrarme en el carácter que tomó el judaísmo durante largos años en los que fue sometido a definiciones religiosas aún cuando las mismas violaban el principio de universalidad.
Debido a las limitaciones de la formación de la coalición, los líderes del nuevo país pensaron que deben rendirse a los dictados de la minoría ortodoxa y acordaron cambiar el carácter del estado hebreo y democrático y convertirlo en un estado «judío», en el cual las leyes religiosas de la minoría ortodoxa tienen una influencia decisiva.
Sin embargo, las leyes de un estado democrático, que por su naturaleza deben ser universales, y su fuente de legitimación la autoridad humana, están en clara contradicción con los «preceptos» – las mitzvot, cuya fuente de autoridad es religiosa y externa. Algunos pueden argumentar que la religión incluye leyes de justicia y moral universales, como los Diez Mandamientos. Pero también incluyen leyes intrínsecamente injustas como aquellos preceptos que discriminan y excluyen a las mujeres.
No hay democracia sin el reconocimiento de los derechos humanos universales. Pero en Israel estos derechos están cada vez más denigrados. El derecho a la vida que debería ser igual para todos, no es tal, ya que las leyes del estado prácticamente obligan sólo a los laicos a arriesgar sus vidas en el servicio militar. El derecho de las mujeres a la igualdad y no ser discriminadas en los tribunales religiosos estatales (n. del t.: en los cuales no hay representación femenina y sólo el hombre puede «otorgar el divorcio» a la mujer). Estos mismos tribunales pueden declarar a una persona «inhabilitada para casarse» por motivos religiosos…
A cientos de miles de niños (n. del t.: en el sistema educativo ultraortodoxo) se les niega el derecho a una educación igualitaria, ya que no se les permite acceder a una instrucción básica y de este modo se los empuja a una senda de ignorancia y pobreza.
También esta acción coarta el derecho de disfrutar del tiempo libre y de la felicidad (reconocido en la constitución de EEUU) de la mayoría secular que no pueden pasear los sábados y días festivos a voluntad debido a las leyes religiosas (n. del t.: que prohiben el transporte público los sábados y días festivos) y que afectan fundamentalmente a las capas más débiles de la sociedad, ya que los más pudientes poseen vehículos.
Los derechos de los nuevos inmigrantes tambíen dependen de la decisión de la minoría ortodoxa, que puede aprobar o rechazar su judaísmo durante generaciones, a pesar de que estamos hablando de ciudadanos nacidos en Israel, que han vivido, se han educado y trabajado en Israel y no tienen derecho a casarse o ser considerados judíos hasta que pasen una conversión «halájica» realizada por el rabinato ortodoxo.
El Estado judío , tal como Herzl lo predijo y lo visionaron sus fundadores, es el estado de los judíos como pueblo y no un estado judío de acuerdo a la religión. En este estado los derechos humanos deben ser garantizados, incluyendo la libertad de elección del estilo de vida y la cultura de todos los ciudadanos que habitan en él, judíos y no judíos. Más aún, las leyes religiosas no sólo violan los derechos humanos sino que además socavan el carácter judío del estado.
Gran parte de los judíos , tanto en Israel como en la diáspora son concientes del daño que ésto está haciendo a la democracia israelí y ven la exclusión de la misma de grandes sectores de judíos laicos y religiosos (reformistas y conservadores), ya que no existe una definición única de judaísmo. Esta situación hace que ellos perciban que Israel es cada vez menos judía. Es importante remarcar que decir que algunos judíos «son menos judíos» que otros porque eligieron una forma de vida judía determinada (laica, cultural o religiosa no ortodoxa) que no concuerda con la línea oficial, afecta significativamente tanto al carácter democrático como la condición judía de Israel.
No hay democracia sin separación entre los estamentos de la religión y las leyes del estado, y sin la garantía del derecho a elegir el estilo de vida laico o religioso que no se alinea con los dictámenes oficiales.
Israel, para ser un estado judío y democrático, debe reconocer los derechos de la minoría judía religiosa y de la minoría no judía, a educar a sus hijos de acuerdo a su cultura, siempre y cuando estas minorías respeten los derechos humanos de su propia gente (como ocurre en el caso que se les niega una instrucción mínima general a los niños ultraortodoxos).
Israel podrá ser judía sólo cuando reconozca también la cultura judía laica, que representa a la mayoría del pueblo judío, y podrá ser el estado del pueblo judío sólo cuando sea democrático en el amplio sentido de la palabra, separado de la religión y libre del control de los dirigentes de las minorías religiosas.