Egon Friedler

¿Qué hace un rabino si pierde la fe en Dios? ¿Se busca otra profesión y trata de pasar desapercibido en la comunidad? ¿Se aleja del judaísmo y oculta su pasado? ¿Cae en una profunda depresión y termina suicidándose?
Sherwin Wine, un rabino reformista joven, dejó de creer en el Dios bíblico en 1963, pero no adoptó ninguna de estas tres opciones. Llegó a la conclusión de que el judaísmo era algo demasiado importante como para que dependiera de la fe. El judaísmo, decidió, es historia compartida, cultura, sentimiento de comunidad, vivencias comunes, folklore, humor, literatura y también ritual.
Pero como los rituales del pasado no podían responder a una nueva concepción de la vida judía, era necesario proceder a renovarlos, a crear nuevos, a dejar de lado la excesiva reverencia por el pasado y estimular una creatividad renovadora. Todo eso obviamente no fue fácil. Sólo ocho familias de Detroit en setiembre de 1963 apoyaron al audaz rabino que pretendía tocar algo tan santificado como la tradición y que sostenía que centrar toda la vida judía en torno a la Torá y olvidar toda la restante riqueza espiritual del judaísmo significaba empobrecerlo.
Siguiendo en cierto modo a Mordejai Kaplan, el padre de la corriente reconstruccionista, que veía al judaísmo como una civilización, Sherwin Wine, incorporó toda la herencia cultural laica de los últimos 200 años al acervo de su nueva corriente. Obviamente fue duramente atacado por sectores religiosos y tradicionalistas. La publicación de un artículo en el Detroit Free Press en 1964 sobre el «rabino ateo» sólo hizo recrudecer los ataques. En febrero de 1965, la revista Time dio notoriedad nacional y mundial al entonces naciente movimiento, y Sherwin Wine recibió entre otras muchas, una significativa carta de felicitación del prominente humanista y biólogo británico Julian Huxley.
En 1967, Wine convocó a siete rabinos que se sentían cercanos a sus ideas, con la idea de crear un movimiento nacional. Entre ellos, hubo un rabino de Deerfield, Chicago, llamado Dan Friedman, quien habría de formar una de las comunidades humanistas más importantes y mejor organizadas de los Estados Unidos. En 1969, las tres primeras comunidades humanistas, el Templo Birmingham y las congregaciones en Westport, Connecticut y Deerfield, Illinois, se reunieron para formar la Sociedad para el Judaísmo Humanista.
El crecimiento institucional
Al año siguiente tuvo lugar la primera asamblea formal de la nueva organización con la asistencia de 150 delegados. Hoy la Sociedad tiene 39 comunidades asociadas en los Estados Unidos y Canadá. En 1981 hubo una importante reunión en el Kibutz Shfaim en Israel, donde se inició una fecunda relación con el Movimiento israelí, conocido entonces como Tehilá. En 1985, en un encuentro en Jerusalem, representantes de América del Norte, Israel y América Latina, establecieron el Instituto Internacional para el Judaísmo Humanista Secular que debía constituirse en el brazo educativo de la organización para la formación de nuevos líderes.
En 1986, representantes de 11 países se reunieron en el templo de Birmingham para crear la Federación Internacional de Judíos Humanistas Seculares. Desde entonces, el movimiento ha ido creciendo y difundiendo su mensaje, realizando conferencias cada dos años en distintas ciudades como Bruselas, Chicago, Tel Aviv, Moscú, París y Nueva York. En los años en que no se realizan conferencias, el templo Birmingham organiza coloquios de alto nivel sobre distintos temas de la vida judía, no sólo con líderes e ideólogos del movimiento sino también con importantes personalidades invitadas.
El Instituto de Judaísmo Humanista Secular en Farmington Hills en las afueras de Detroit comenzó en la década del ochenta a formar madrijim o «wegwaizers», pero pronto se comprendió que eso no sería suficiente. En 1990 se inició un programa rabínico (que obliga a todo un currículo paralelo de estudios universitarios) y hacia 2001 ya se habían graduado cuatro rabinos. Con la incorporación al movimiento del destacado filántropo y dirigente judío europeo, Felix Posen, el movimiento comenzó a hacer hincapié en la enseñanza del judaísmo como cultura a nivel secundario y universitario, en Israel y en la Diáspora. Meitar y Alma, creadas en 1996 en Tel Aviv fueron las primeras instituciones en Israel dedicadas a enseñar a estudiantes, maestros e inmigrantes el judaísmo como cultura.
En 2001, tres universidades y tres colegios en Israel (Universidad Hebrea de Jerusalem, Universidad de Tel Aviv, Universidad Bar Ilán, Seminario Levinsky, Colegio Ajvah y Colegio Académico de Tel Aviv) comenzaron a enseñar judaísmo secular como materia en la que es posible obtener títulos de BA y MA. Asimismo hay un fondo que permite otorgar becas para realizar trabajos de doctorado en este campo.
Es indudable que todos estos cambios no se habrían producido sin la habilidad negociadora, el carisma, la flexibilidad y la apertura a nuevas ideas de Sherwin Wine, un líder que como pocos supo disfrutar del contacto humano a todo nivel. Lamentablemente Sherwin Wine, falleció en un accidente de tránsito en Marruecos en 2007, pero su memoria sigue muy viva.
Wine, el ideólogo
Wine no fue sólo el gran líder comunitario, el notable maestro, el orador y conferencista capaz de mantener en vilo a cualquier auditorio, fue además uno de los principales ideólogos del judaísmo humanista. A diferencia de otros pensadores del movimiento como el desaparecido juez de la Suprema Corte de Justicia, Jaim Cohn, o el gran especialista en el Holocausto Prof. Iehuda Bauer, sistematizó sus ideas en un libro. En Judaism beyond God (El judaísmo más allá de Dios) cuya primera edición fue publicada en 1985, definió con claridad sus ideas, que combinan admirablemente un pragmatismo típicamente norteamericano con una profunda sabiduría judía.
Wine describe con precisión quirúrgica la realidad del pueblo judío: «No hay creencias teológicas comunes que unan a todos los judíos. Muchos no tienen ninguna fe teológica. Muchos denuncian a la religión abiertamente. Muchos son abiertamente ateos. Sin embargo, su identidad judía sigue intacta.”
Por otra parte, ha planteado con gran claridad el tema de la identidad judía contemporánea: «La identidad judía está íntimamente ligada a la memoria judía. Y la memoria judía es una enciclopedia de razones para el agnosticismo, el escepticismo y las aspiraciones humanas de crear un mundo mejor. Ser judío, teniendo una conexión auténtica y realista con la historia judía, es una forma de reforzar el enfoque humanista de la vida, una manera de fortalecer nuestra conciencia de la importancia de la razón y la dignidad humanas.»
Refrescando el viejo sionismo secular
Sherwin Wine tuvo ideas muy claras sobre la estrecha relación del Estado de Israel y la Diáspora, así como del vínculo indisoluble de Israel y el judaísmo. Luego de censurar los intentos de los «cananeos» israelíes de desvincularse de la Diáspora, escribe: «No importa con cuánta pasión algunos israelíes traten de ser israelíes sin ser judíos: han de fracasar en este intento. A los ojos del mundo, Israel es un estado judío con una conexión profunda con los judíos de todo el mundo. Así como los gentiles norteamericanos identifican a los judíos norteamericanos con la conducta del estado de Israel, del mismo modo la opinión pública identifica a los judíos, estén donde estuvieren. Esta conexión no puede ser rota. Israel es el centro de habla hebrea de una entidad social más amplia denominada el pueblo judío, que de acuerdo a las convenciones internacionales vigentes, no posee un status político oficial.»
Por último, cabe citar el ideario de este gran pensador judío contemporáneo, planteado en frases cortas y tajantes al final de Judaism beyond God.
• «Los judíos humanistas quieren unificar sus creencias y su conducta para manifestar su integridad como seres humanos. Por ello desean afirmar:
• «Que son discípulos de la Revolución Secular.»
• «Que la Revolución Secular fue buena para los judíos.»
• «Que la razón es el mejor método para el descubrimiento de la verdad.»
• «Que la moralidad se deriva de las necesidades humanas y constituye la defensa de la dignidad humana.»
• «Que el universo es indiferente a los deseos y aspiraciones de los seres humanos.»
• «Que el hombre en última instancia sólo puede confiar en su prójimo.»
• «Que la historia judía constituye el testimonio de la ausencia de Dios y la necesidad de la autoestima humana»
• «Que la identidad judía es valiosa porque conecta a los judíos con su historia.»
• «Que la personalidad judía se deriva de la historia y no de los textos oficiales que pretenden describirla.»
• «Que la identidad judía sirve a la dignidad individual y no a la inversa.»
• «Que el pueblo judío es una familia universal que tiene su centro en Israel y sus raíces en la Diáspora.»

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