Abraham Genis

La fantasía que un judío sionista e idealista, residente en Latinoamérica, se solía hacer del Estado de Israel, podría resumirse en los siguientes términos:
“Muchos judíos en Latinoamérica son profesionales, y la mayoría exitosos. Un número mayor todavía, son hábiles comerciantes e industriales, y ganan mucho dinero. La moralidad del judaísmo, basada en las enseñanzas bíblicas, es un ejemplo en la historia de la humanidad. Si con todas estas virtudes los judíos se reúnen en un estado donde no haya antisemitismo y donde puedan colaborar fraternalmente, ese Estado será sin duda ejemplo de civilización y cultura”.

Y en gran parte esto es cierto. Sobre arenas desérticas, áridas en la mayor parte de su territorio, Israel es un Estado de un increíble nivel de progreso, de un esfuerzo civilizatorio único en la historia de la humanidad, dado que la mayor parte de sus habitantes provienen de países afroasiáticos de niveles económicos, de civilización y de cultura muy bajos.

Pero muchos de los pensamientos del inmigrante latinoamericano no se confirman con la realidad. Y lo que más llama la atención es que la afirmación que reza: «Col Israel javerim» (todos los judíos son camaradas) no se cumple, y casi podría decirse, por el contrario «Col Israel sonim» (todos los judíos son enemigos).

El fenómeno ya podía avizorarse desde la diáspora. En los años ’30, se diferenciaban y se enfrentaban, religiosos y comunistas. Y entre los sionistas se diferenciaban los socialistas, los revisionistas y los liberales.
Pero claro, decían nuestras fantasías, cuando estemos en Israel tendremos que unirnos para construir un país que sin duda será el más bello del mundo.

¿Cuál es el estado actual de las relaciones entre los grupos humanos en el Estado de Israel? La analogía llega casi a los extremos de Caín y Abel. El conflicto árabe-israelí es el primer ejemplo, aunque podría decirse que no es un conflicto entre judíos. Pero en el mismo seno del pueblo israelí se dan tremendos enfrentamientos. Primero entre religiosos y laicos. Después entre judíos orientales y occidentales, aproximadamente, sefaraditas y ashkenazitas. Después, entre likudnikim y maarajnikim. Dentro del Estado de Israel la incomunicación casi total entre árabes israelíes y judíos israelíes. Las rivalidades entre las distintas sectas religiosas. La violencia de los ortodoxos contra reformistas y conservadores. Y la existencia de grupos extremistas de todos los tipos. Los naturei-karta le escriben cartas a la OLP, asesina de judíos. A pesar del antisemitismo público de la Unión Soviética, tenemos en la Knéset no uno, sino dos partidos políticos comunistas.

¿Cómo se explican estas tremendas contradicciones en Israel, en contraste con nuestros ideales de sionistas latinoamericanos? ¿De dónde sale este extremismo en el pensamiento religioso? (que ya aparece desde el Éxodo con el “pueblo de dura cerviz”).
La explicación la vamos a buscar en el pensamiento religioso. En la religión judía y su creación especifica, el monoteísmo ético, sin el cual, hasta hace aproximadamente un siglo, el judaísmo no se hubiera podido comprender.

Politeísmo y monoteísmo
En su Tratado sobre la Naturaleza Humana, David Hume plantea una diferencia entre politeísmo y monoteísmo. Señala la inmensa tolerancia del mundo politeísta greco-romano en contraste contra la intolerancia del monoteísmo. Los dioses griegos y romanos no tenían preocupaciones morales y por lo tanto no las imponían a los mortales. Eran sencillamente morales. Júpiter era prácticamente un play-boy, sediento de aventuras amorosas. Los dioses peleaban entre sí, eran vengativos y rencorosos y se unían en confabulaciones los unos contra los otros. Pero todos los pueblos aceptaban y respetaban los dioses de los demás y los romanos los instalaban, a todos ellos, confortablemente en el Panteón.

En cambio, nuestro Dios de Israel, único, solitario, austero, celoso y vengativo, es la imagen del absolutismo. Claro que es moral y bueno, y ama a su creación, y sobre todo a su pueblo elegido. Pero su manera de amar es muy dura.
¿Y qué es lo que significa un Dios de esta naturaleza, como modelo del pensamiento humano? ¿Qué significa el contraste de concepción del mundo entre los pueblos que tienen dioses paganos y el pueblo que toma su modelo del Dios único?

Los pueblos de religiones politeístas son alegres, sexuales, amantes de los excesos, conquistadores, filósofos, progresistas. En cambio, el pueblo judío no es alegre sino reconcentrado, de sexualidad reprimida y centrada en la reproducción, en autocontrol permanente, sin ambiciones territoriales, con muy escaso pensamiento filosófico y vive centrado en las leyes conservadoras de Moisés. Las otras dos religiones monoteístas: cristianismo e islam, tienen la mayoría —aunque no todos— de los rasgos del monoteísmo ético judío. Claro es que nuestro Dios es finalmente bueno y nos quiere, pero, con ¡cuánta dureza!

No sería posible describir en una sola palabra los valores y los estilos que la idea del Dios monoteísta inculca a la cultura de su pueblo elegido. Las palabras serían muchas y describen a su Dios.
Los términos son único, absoluto, total, eterno, perfecto, omnisciente, omnipotente, omnipresente, santo, glorificado, infinito.

Todos estos son atributos de Dios. Y el hombre fue creado a su imagen y semejanza. Y si, por el contrario, el hombre hubiera creado a Dios a “su» (del hombre) imagen y semejanza, lo hubiera hecho en base a “sus” (del hombre) atributos o fantasías o valores que proyectaría en Él.

Dicho de manera más sencilla un hombre que cree en Dios con esos atributos va a hacerse un modelo del mundo con esos mismos atributos.

Por eso los religiosos extremos, los que viven centrados en la religión son tan intolerantes. Carecen de la riqueza del pensamiento griego, donde “ninguna verdad es absoluta, inclusive esta”, “el justo medio de todas las cosas”, el relativismo de los sofistas, el conocimiento científico como “un conjunto de recetas que dan resultado”.

El modelo absoluto, esencia del Dios monoteísta, penetra en el hombre que lo ha creado, y lo transforma en intolerante. Hay un solo Dios, una sola verdad, una sola religión, una sola manera de hacer las cosas, una sola secta auténtica y todo lo que se le opone o que no es idéntico, es falso, herético y condenable.

Desde que el monoteísmo se introdujo en el pensamiento de la humanidad, aparecieron fenómenos que no se habían dado antes. Las persecuciones y guerras religiosas. La Inquisición, el estrangulamiento del progreso de la humanidad en la Edad Media cristiana, el gueto judío y el mundo islámico fundamentalista hasta hoy.

Aparece clara, pues, la intolerancia y el fanatismo de los religiosos. Toman su modelo de pensamiento del Dios único. Pero, ¿qué es lo que pasa con los israelíes no religiosos de hoy, tan políticamente intolerantes?

El pueblo elegido
Para decirlo en lenguaje rioplatense, les quedó el molde. Eretz Israel Hashlemá (La Gran Israel), es la herencia de la promesa territorial de Dios a Abraham.

La prevalencia de judíos sobre los árabes de los territorios es la herencia del concepto de pueblo elegido. Y el radicalismo, absolutismo e intolerancia son herencia psicológica de la idea monolítica del Dios único.

Obsérvese que los grupos israelíes que defienden estos tres rasgos son religiosos o tradicionalistas o políticamente conservadores, o derechistas, en contraste con los grupos que están dispuestos a hacer muchas más concesiones para lograr la paz que son socialistas laicos.

Para enriquecer nuestras reflexiones, comparemos nuestro Dios único con otras posibilidades. Pensemos, por ejemplo, ¿cómo hubiera sido la concepción del mundo de un pueblo que, en lugar de concebir a un Dios como único, lo hubiera concebido como doble, triple, o múltiple.

El Dios doble existió en la historia de las religiones. Se llamó maniqueísmo. El maniqueísmo se prolongó en el cristianismo, en el enfrentamiento entre Dios y el Diablo. El Dios triple también existió. Es la Santísima Trinidad. Pero ese triunvirato divino se simplificó mucho, pues, como se ha visto en todos los triunviratos políticos, todo el poder pasó a uno solo de sus miembros, en este caso Jesús. Y el politeísmo también se encuentra en el catolicismo bajo la forma de la pléyade de santos, beatos y objetos de devoción. Por haber utilizado estos recursos que enriquecen las posibilidades de expresión del ser humano, el cristianismo ha sido y es la religión predominante del mundo civilizado y desarrollado, mientras que islamismo y judaismo quedan muy atrás.

El pueblo judio no fue el único que presentó el monoteísmo ético. Bajo su forma filosófica, el “eidos” platónico tiene la mayoría de los rasgos del Dios único. Y el maestro de Platón, Sócrates, predicó una moral pura como la judía. Pero los filósofos no van demasiado lejos como poder popular, porque son muy teóricos y difíciles de leer. El verdadero propulsor de la moral contemporánea es el monoteísmo ético. Pero deberíamos quedarnos sólo con la ética y descartar el monoteísmo, con su rigidez, fanatismo y absolutismo. O conservarlo sólo como explicación metafísica de lo existente, como lo hace Spinoza, sin pretensiones rígidas y absolutistas.

Si queremos tener un Estado de Israel tal como lo soñábamos en el idealismo sionista, y queremos tener una base para una ideología sana, tendremos que descartar la versión que de la Biblia nos presentan los ortodoxos, ultraortodoxos y demás extremistas, para construir un monoteísmo como concepto unitario metafisico de todo el universo, y a una ética adecuada a la vida del mundo contemporáneo, basada en los avances del pensamiento y de la ciencia.

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