Aviva Aviv
Vivimos bajo el lema, «nunca más», queriendo decir que nunca más dejaremos que el enemigo nos halle indefensos. ¿Pero es el peligro físico el único peligro que amenaza la existencia del pueblo judío? ¿Es un ejército fuerte lo único que puede mantener al pueblo judío sin ser aniquilado?
Para la mayoría de los judíos de la Diáspora, al menos para los judíos seculares, el peligro es cultural y no físico: un peligro de desaparición por asimilación.
¿Qué sucede con el judaísmo secular en Israel? Si los peligros físicos no se materializan, ¿cuál será su probable longevidad? ¿Habrá un futuro nacional y cultural para el judío secular?
Una respuesta está basada en la antigua suposición de que lo que mantenía al pueblo judío vivo era el antisemitismo; que porque no eran aceptados en la Diáspora, porque eran perseguidos, discriminados y segregados, tenían que existir como una entidad. La inferencia en Israel es que mientras haya un estado de guerra entre nosotros y nuestros vecinos, la identidad judía del público secular está asegurada. El problema surgirá cuando se haga la paz.
Una segunda respuesta está representada por gente que dice; «Soy un judío israelí por casualidad, porque aqunací aquí. Mi cultura es occidental, con sus valores sociales, humanistas y humanitarios. No estoy interesado en la nacionalidad. Quiero vivir aquí como un ser humano». Esta respuesta es dada por personas que rechazan el chauvinismo nacional y se consideran individuos libres. «Quiero vivir aquí porque nací aquí», dicen, «pero no bajo presión. Si el ser judío en Israel contradice mi integridad como ser humano, prefiero vivir en otro lugar».
Estos israelíes ven al pueblo judío como cualquier otra nación, sin distinciones, y por lo tanto sin ninguna ventaja sobre otras naciones; su pertenencia a su pueblo está basada en un accidente de nacimiento. Si ven una contradicción entre sus afinidades espirituales y culturales, y su identidad como judíos israelíes, se alejarán de toda obligación como ciudadanos de esta nación y buscarán una mejor o más adecuada. Esta es la clásica actitud de los asimilados.
La tercera respuesta es la de las personas indiferentes que sostienen que «lo que será, será», o de las personas pasivas que creen que la fuerza de la inercia y las costumbres y hábitos sociales asegurarán la supervivencia cultural. Si la consecuencia es determinada por estas fuerzas, no hay nada que el individuo pueda hacer. Estas respuestas suelen ser dadas por judíos seculares que no tienen especial interés en la continuidad del pueblo judío, o que no creen que sus actos puedan afectar estos hechos.
¿Qué sucede con los judíos que no son religiosos y no quieren ser religiosos pero, simultáneamente, tienen un profundo interés en la supervivencia nacional del pueblo judío y creen que esta supervivencia depende únicamente de su comportamiento? ¿Cuál es la solución para ellos?
Es aceptado casi sin lugar a dudas que la religión ha preservado la singularidad, la verdadera existencia de los judíos, a pesar de que ciertas circunstancias, podrían haber causado la eliminación de cualquier otra nación. El esfuerzo nacional por la redención en Sión es una herencia pasada de una generación a otra dentro de un marco religioso. Por lo tanto, se concluye que la existencia de los judíos depende de la religión; y que la existencia del pueblo judío secular, a menos que vuelva a la religión, es temporaria desde el punto de vista histórico. ¿Pero es ésta conclusión verdadera?
Analizando la razón de la supervivencia del pueblo judío, se percibe un sistema meticulosamente definido, un estricto marco de normas. Dentro de ese marco religioso, cuatro factores principales aseguran la existencia de la nación.
El primer factor es el concebir al pueblo judío como único, como personas que no existen sólo por el hecho de existir sino por una razón espiritual. La expresión de este concepto en el marco religioso, es Adoración.
El segundo factor es el concepto del individuo en la nación . Los individuos son parte de un grupo ideológico, sin sentido –ni espiritual ni práctico– cuando actúan individualmente. Su entera existencia es gobernada por la Torá. Incluso la redención no es personal. Los judíos son responsables unos por otros, y por lo tanto uno «debe reprochar a su amigo».
El tercer factor es la educación en su doble sentido: transmisión de información y de valores. Los judíos aprenden su lenguaje y su herencia espiritual, las restricciones de su cultura y la fijación de sus mitzvot, desde temprana edad:
«Por lo tanto guardarás éstas mis palabras en tu alma y tu corazón; y las unirás con un signo sobre tu mano… Y se las enseñarás a tus hijos, hablando de ellas cuando te asientes en tu casa…» (Deuteronomio 11:18-19).
El cuarto factor es la aplicación de la Torá como forma de vida. La educación no es teórica pero requiere del diario uso práctico. Los judíos viven de acuerdo a la Torá en cada parte de su vida. El individuo está conectado al sistema religioso a cada momento.
Estas eran las razones de la supervivencía del pueblo judío. Si los judíos no se hubieran dado cuenta que su pueblo es único y que tienen el derecho de ser judíos a pesar de las difíciles circunstancias; que hay una razón y un propósito para la vida de su nación, ¿habrían tenido la determinación de continuar con la cadena de existencia nacional?
Si los judíos no se hubieran visto como parte de un pueblo, como un nexo en esa cadena religioso-histórica, y comprometidos hacia ella, ¿habría sobrevivido la unidad del pueblo? Si el sistema educacional no hubiera sido tan meticulosamente pulido y no se le hubiera dado máxima prioridad, ¿habría continuado el espíritu judío de unidad? Si no hubiera habido responsabilidades prácticas: leyes y normas; si la Torá hubiera sido sólo algo teórico y no una diaria obligación en la vida, ¿habría sobrevivido el pueblo judío?
Lo que hizo sobrevivir al pueblo no es sólo el contenido religioso, sino también el marco que dio propósito y significado a la vida de la gente que los obligó a aceptar responsabilidades colectivas, al preocuparse de la educación, meticulosa y comprometidamente de acuerdo con la tradición, y obligó a los judíos a una conducta diaria específica, de acuerdo a su herencia. Los judíos actuaban de acuerdo a los valores de su pueblo, tanto a nivel espiritual como en el material. Si el público judío secular en Israel quiere sobrevivir como una nación judía, debe adoptar este modelo de supervivencia.
¿Es posible distinguir entre el modelo de supervivencia y la religión? ¿Es posible aplicar un contenido humano moral- secular en lugar de un contenido religioso tradicional a este marco? ¿Es la eternidad de Israel posible sin los valores religiosos de la Biblia?
Es posible.
La supervivencia del pueblo judío depende de que sus miembros estén consagrados a un ideal espiritual. Pero para la visión de la nación no es necesario concentrarse en Dios. Esa visión puede ser moralmente humanista: una meta para continuar creando avanzados valores morales.
En segundo lugar, el individuo judío debe ser concebido como alguien que tiene una obligación por encima de su vida privada, que participa en la vida espiritual de la nación. Los judíos humanistas seculares deben estudiar la herencia nacional, considerar su aspecto social, moral, y humano, y difundirla entre el pueblo judío.
En tercer lugar, los judíos sobrevivirán si continúan educando ellos mismos a sus jóvenes. El conocimiento y entendimiento de la herencia moral de nuestra cultura nacional es la garantía de supervivencia.
Finalmente, la existencia nacional depende de valores culturales morales prácticamente colmantes, como la paz y la justicia, como práctica de vida.