Robert Misrahi
Se me ha pedido tocar el tema de la asimilación y la autenticidad judía y antes de atacar el problema en detalle, me gustaría darles un corto resumen de lo que espero poder demostrarles.
Simplemente quiero mostrarles que existe una nueva forma de judaísmo, un judaísmo sin religión y es necesario aceptar el hecho de que hay judíos sin religión. No digo que todos los judíos no tienen religión, ni tampoco que todos los judíos deberían no tener religión; simplemente digo que hoy, en el siglo XX, ya es tiempo de reconocer la existencia del judío agnóstico. Quiero entonces mostrarles que estos nuevos judíos deben ser reconocidos como judíos por sus hermanos judíos, por los judíos tradicionales. Deben ser reconocidos tanto por derecho como porque es interés de cada judío en este mundo de gentiles.
Ahora penetraré más profundamente en los detalles de mi exposición porque no pienso que esta cuestión, más que con cualquier otra cuestión filosófica, se puede satisfacer meramente con opiniones. La asimilación es un hecho privilegiado porque es un hecho ambiguo. Es un hecho que uno puede interpretar de dos maneras: como un escape o como una progresión, un paso afuera de algo o un paso hacia algo. Intento mostrarles, y lo digo desde la partida, que la asimilación es algo positivo, que es una progresión y les mostraré las circunstancias en que esto es así. Hay pocos aspectos de la asimilación que discutiremos, pero primeramente les recordaré ciertos hechos evidentes, fundamentalmente para organizar nuestras ideas. Los diferentes exilios de los judíos están caracterizados por una pérdida de substancia. Es una característica del pueblo judío perder once de sus tribus y paradójicamente describir a tribus restantes como una constante. Sobreviene a través de la historia pero pierde sustancia. La asimilación es, en consecuencia, un hecho histórico. Piensen por ejemplo, en el rol que los judíos jugaron en la filosofía alejandrina. Pudieron haber permanecido judíos pero fueron helenizados. Piensen en la Edad de Oro española. Eran judíos, pero también eran árabes y españoles. En síntesis, la asimilación es un hecho y uno debe tener el coraje de enfrentarse con ese hecho.
La asimilación tiene varias características creativas. Desde un punto de vista moderno, es la emancipación del siglo XVIII, un siglo de luces, de reforma, de la filosofía de hombres como Mendelsohn. Las prédicas de Mendelsohn por la tolerancia son bien conocidas, tanto como lo son sus acusaciones contra la intolerancia de los judíos y su muy justificada prédica de que si pretendemos tolerancia, primero debemos ofrecérsela a los demás. Este movimiento de racionalización y fraternización comenzó en el siglo XVIII y fue acompañado por la asimilación. Pero un nuevo tipo de asimilación siguió a la Segunda Guerra Mundial y es a esta segunda emancipación a la que me quiero referir, a esta nueva forma de asimilación.
Pero, volvamos atrás, a la asimilación en su sentido clásico. ¿Qué enten- demos normalmente por asimilación? Una definición de asimilación es «la mezcla de un fluido con otro”. Imaginen, por ejemplo, un gran volumen de agua en el medio del cual unas pocas gotas de aceite son vertidas. En esta imagen, el aceite es judío y el agua no judía. Si uno la remueve, como lo hizo Kant, para dar una imagen del sistema general, las gotas de aceite desaparecerán. Por lo tanto, asimilación en primer lugar es difusión, la ilustración del hecho que una sustancia puede perderse en el medio de otra mayor u otra sustancia más importante. Para nuestra conveniencia, podemos llamar a la primera sustancia pequeña, judía, y a la sustancia mayor, universal. Esta es la imagen que está en mente de todos aquellos que hablan de la asimilación como una pérdida, algo que desaparece.
En vez de usar esta definición química, usamos una digestiva. La asimilación es, en este caso, la transformación de una sustancia en otra, donde el elemento digerido desaparece y es transformado en algún otro elemento. Dado que este punto es importante, trataremos de crear una descripción psicológica como opuesta a una imaginaria o artística. Tomaremos diferentes puntos de vista. Muy frecuentemente, y nuevamente no digo siempre, el asimilacionista, sea éste un no judío particular, un grupo de no judíos o una cultura no judía, desea asimilar al judío, precisamente absorbiéndolo. Esto es lo que caracteriza la generosidad de los emancipadores del siglo XVIII. El abate Gregoire, Mirabeau, etc., de hecho todos aquellos que lucharon por la emancipación de las comunidades judías de Alsacia y del Sur, interiormente estaban luchando contra la opresión de los judíos de manera tal que una vez que cesara la opresión, los judíos dejarían de ser judíos y se percatarían de sus errores, no como resultado de la violencia o de la conversión forzosa, sino como resultado de la nueva verdad que descubrirían. Esto es lo que estuvo y todavía está en la mente de los asimilacionistas.
Su motivo fue y es, en una palabra, paternalista. Creo que es obvio que podemos y debemos resistir tal tipo de asimilación. Aunque he rechazado el punto de vista del asimilacionista paternalista, del demócrata, que pretende que el judío debe tener los mismos derechos que los otros pero a condición que deje de ser judío, debemos reconocer que este tipo existe.
Ahora examinaré el punto de vista del judío ortodoxo, un punto de vista, que a su vez rechazaré. El judío ortodoxo que no ve su propia asimilación sino solamente la de los otros judíos que desaparecen, se siente traicionado. Lo explica como un escape debido al miedo o como una búsqueda de riquezas y honor, la búsqueda de un lugar en la sociedad en su sentido más material y a esto lo condena; prefiere la pobreza del judío del shtetl a la riqueza del judío de un barrio de París, pero esto tampoco es asimilación. Cuando alguien quiere asimilarse, debe estar seguro que su asimilación no es un escape y cuando se convenza de esto, no debe decirse a sí mismo que es un escape.
¿EVOLUCIÓN O ESCAPE?
Uno se encuentra entonces en una situación muy difícil. El nuevo judío, el judío de quien estoy hablando, está atrapado entre dos fuegos: por una parte, está el asimilacionista paternalista que está listo para recibirlo siempre que cambie su identidad. Por la otra, el judío ortodoxo, que llama a la evolución de su conciencia, escape. Esta situación es agonizante y negativa, es la negación misma. Es tan fuertemente negativa que es a través de esta situación ambigua y agónica que cierta gente se niega a asimilarse. Lo harían si fuera más fácil, pero la idea que alguien los observará y que otros los mirarán como traidores, es demasiado para ellos. Entonces vuelven sobre sí mismos y redescubren sus tradiciones. Son judíos, es decir, no se han escapado ni están protegidos. Y ésta ha sido la descripción tradicional de la asimilación.
Pienso que debemos rechazar estas dos actitudes y hallar en ellas una tercera que describiré en unos momentos. Pero antes, quisiera mostrarles la importancia significativa, desde el punto de vista del sociólogo, de la experiencia de la asimilación para alguien que se asimila y para el que lo ve asimilarse, sea este judío o no judío. Lo que uno llama asimilación es más exactamente una pérdida de sustancia. Es decir, un corte demográfico en un grupo y en tal sentido, se dice que un judío que se asimila está perdido, de la misma manera que se decía que si Argelia volviera a ser argelina, estaría perdida para Francia. Tal vez esté perdida para Francia pero no para sí misma. Por ende, cuando se dice, como sociólogo, que el judío que se asimila está perdido, no se considera al judío ya como hombre con un importante destino individual, sino simplemente como miembro de un grupo social o colonia, en el significado biológico del término y de la misma forma que se habla de una colonia de protozoarios o de ostras o de corales. Ocasionalmente unas pocas ostras o algunos corales se pierden, pero sin embargo, a pesar de esto, el promedio de ostras sigue existiendo.
Puede también decirse que en forma similar la nación judía está amenazada, pero decir esto es considerar únicamente los aspectos externos. Lamentablemente este punto de vista externo, de ninguna manera corresponde al actual estado ni al estado mental de una persona que se asimila. Una vez más debemos introducirnos en la posición de observar en la mente y tratar de entender qué es lo que ocurre dentro en vez de mirar siempre desde afuera. Por eso, desde el punto de vista de una persona que se asimila, del judío emancipado del que estuve hablando anteriormente (estoy seguro que muchos de ustedes habrán experimentado lo que estoy por describir), lo que va por dentro es una suerte de liberación. Esto es así dado que siempre es una liberación aprender algo o saber algo nuevo y abrirse a un mundo más amplio. Cuando se afirma, por ejemplo, que las costumbres de la población francesa cambian al viajar más y más sus habitantes, se tiene el derecho a llamar a esto liberación.
UN SER AUTÓNOMO
Tal es en consecuencia, la experiencia de una persona que se asimila: en vez de únicamente saber las costumbres de su familia, costumbres valiosas que él recordará con afecto, llega a saber otras cosas, otras familias, otras poblaciones: otro mundo. Más aún, cualquiera que se libera también descubre que no es más que una parte de un todo, una parte que en sí es nada. El hombre que se asimila descubre que tiene la totalidad de su destino dentro de sí. No se siente «descolgado», se vuelve conciente de su autonomía. Es por eso que la asimilación existe y ha existido desde el comienzo de la historia judía. La asimilación es romún a todas las otras naciones del mundo, pero allí simplemente se le da el nombre de aculturación. Es un término curioso para describir por ejemplo, el momento que un indio Hopi (tribu de EE.UU) deja la tribu en la cual estaba viviendo primitivamente y se enfrenta a la sociedad moderna, va a la escuela, aprende literatura, inglés, ciencias, etc., y llega a ser la víctima de un fenómeno llamado aculturación. Decir que pierde su cultura es olvidar que adquiere otra. Hay también un rechazo a comparar las culturas. Se asume que lo que era importante es la cultura Hopi y que la pérdida de la cultura Hopi, el culto al sol, por ejemplo, es algo irreemplazable. El término aculturación con la letra «a» al principio, revela exactamente el estado mental de los judíos, a veces somos culpables cuando afirmamos que un judío que se asimila pierde todo. Pero Don Talayesiva, el jefe Hopi, que experimenta la cultura norteamericana, se siente enriquecido.
Otras características de la experiencia del individuo de la asimilación es que, no solamente descubre que puede vivir por sí mismo, en lugar de ser parte de una historia tradicional en la cual él fue creado ni al principio ni al final (quizá él decida ser un principio, quizá un final), sino que también descubre una profunda verdad en la condición humana, el conocimiento de que solo no tiene misión. No está revestido por una misión de un grupo o de Dios. Su destino depende de sí mismo, como un simple individuo. Visto desde el interior, el último punto de vista que he descripto es más positivo. Pero recordemos que hemos descartado las dos interpretacionmes usuales de la asimilación: paternalismo no judío y desconfianza judía ortodoxa.
Déjenme agregar un comentario final. El movimiento hacia la asimilación está dirigido, no sólo a la autorealización sin una misión, sino también hacia un futuro para la humanidad: un futuro que implica de cualquier manera, ya sea concientemente o no, un futuro estado de hermandad universal.
UN JUDÍO ES UN JUDÍO
Ahora investigaremos qué ocurre en esta dialéctica, esta búsqueda interna, esta evolución interna. ¿Qué puede esperarse en esta liberación? La guerra nos enseñó muchas cosas, que tal vez los judíos han sabido desde hace mucho tiempo, pero nunca se han expresado tan claramente como en el siglo XX, porque el judío nunca se enfrentó con obstáculos tan grandes como en este siglo. Nos enseñó que la asimilación es inútil como medida de seguridad. Es inútil desde la perspectiva de la seguridad física, pero no desde el punto de vista de la cultura, porque la asimilación es la integración de la pro pia cultura. Este aspecto de la asimilación no es inútil y nunca está perdido dado que uno nunca se olvida lo que ha aprendido. Cuando digo que la asimilación es inútil, no es en este sentido sino que es inútil porque no garantiza seguridad física. En otras palabras, en el momento del desastre el factor que cuenta para los no judíos en relación a los judíos, no es el sistema de sus pensamientos sino su judeidad objetiva. Un judío es un judío, y sus ideas son secundarias. Las relaciones individuales son inútiles, porque en el momento del cataclismo, el no judío describe el peligro y la dificultad de vivir con judíos y sus relaciones se cortan. Desde el punto de vista social, es igualmente inútil, porque estallan los pogroms. En los pogroms, en el envenenamiento de las relaciones, todos los judíos son víctimas, creyentes o no creyentes, asimilados o no asimilados. Para la segunda, la tercera o la vigésima generación, un judío es un judío de acuerdo a los antisemitas.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, los judíos se enfrentaron con un muro. Este muro será un principio, un principio de salud y el principio de una nueva evolución. La violencia nazi, no sólo aquélla de hace veinte años sino cualquier violencia nazi desde entonces, sea efectiva o no, como por ejempío los neofascistas de Malmö o de Alemania, es vista por los judíos como algo extremo y absoluto. En otras palabras, sienten que de aquí en adelante, si ocurriera una catástrofe, concerniente a la vida de millones de judíos y a sus muertes en las condiciones que ya hemos experimentado, las nuevas circunstancias de guerras siguiendo a la experiencia de la última guerra, los campos nazis en particular, serán un punto focal para los judíos, aún para los judíos asimilados. La experiencia del nazismo se vuelve un factor que no se puede dejar de lado, que no se puede olvidar. Se convierte en el principio absoluto de cada futura evolución. Por lo tanto, la experiencia nazi es una línea divisoria para el judío. De un lado está todo lo que ocurrió antes y del otro todo lo que ocurre después.
En consecuencia, hay cosas que es imposible ignorar, por ejemplo, lo que está implícito en el antisemitismo. Es una cuestión de campos de concentración, en el pasado o en el futuro: no es una cuestión cultural. En síntesis, hemos descubierto que el odio racial es algo absoluto. Dado que el odio racial es algo absoluto, lo que aprendemos de él es también algo absoluto. Da y debe dar un serio significado a la nueva conciencia judía y es ésta la que debe ser descubierta y desarrollada ahora.
Hasta ahora, la conciencia de la que hemos estado hablando es una conciencia asimilada, sobra la cual hemos destacado dos hechos: una conciencia asimilada conoce el precio positivo de la asimilación y tiene una experiencia del nazismo. ¿Qué ocurre actualmente y cómo evolucionará el problema? Nos enfrentamos con un judío asimilado que no tiene vergüenza. No es una cuestión de estar avergonzado, de tomar en cuenta lo que dice un judío ortodoxo, ni es una cuestión de complacer a nadie. Tenemos un hombre libre que sabe el precio de la cultura de su país y de la cultura mundial, pero este hombre libre también sabe del nazismo. Si él es conciente, se podrá dar cuenta de ciertas realidades y por un juego de espejos, de acuerdo a la imagen tradicional, introducirá ciertos fenómenos dentro de sí mismo. Por ejemplo, el judío asimilado que es conciente de la importancia fundamental del nazismo, será lo que nosotros llamamos sensibilizado, es decir, listo y abierto para entender el carácter paradójico de la indiferencia de un judío asimilado con lo que se encuentra. Es complejo pero es así.
Tomemos por ejemplo un judío asimilado que recuerda lo que es el nazismo y que ve entonces, no a un judío asimilado como sí mismo, cuya conciencia ha sido despertada, sino un judio asimilado común, comerciante, presidente de una sociedad anónima, médico, o un judío indiferente. Nuestro primer judío ilustrado descubrirá qué peligrosa es la indiferencia de otro hombre. Imaginemos que se encuentra no solamente con materialistas judíos asimilados indiferentes sino con judíos antisemitas (¡esa gente existe!). En ese momento será doblemente conciente de sus responsabilidades y de la culpa que puede existir de permanecer indiferente. En otras palabras, cambiará su curso y dirigirá su vida futura y su asimilación en otra dirección, precisamente en la dirección de la autenticidad judía. Y también descubrirá otras cosas, también como resultado de su extrema experiencia del nazismo. Entenderá que, muy curiosamente, hay siempre una diáspora que está amenzada en algún lugar del mundo. (Por diáspora se entiende una comunidad o un grupo, en cualquier parte del mundo). Más aún, si es conciente, si es culto (que es el caso que estamos viendo) verá que la etapa histórica alcanzada por cada una de las diásporas no es la misma. No todas las comunidades judías del mundo están en el mismo nivel porque, por supuesto, están integradas en sociedades que no están ellas mismas en el mismo nivel histórico.
Estoy tratando de decir que, advertido por la extrema experiencia de la que he hablado, el judío moderno, aunque asimilado, se vuelve conciente de las corrientes históricas en la diáspora y de un factor primario, que los judíos están siempre en peligro en el mundo. Si no lo están más en Alemania o en Francia, lo están en Marruecos. Si no lo están en Marruecos, en Sud Africa y si no es en Sud Africa, en algún otro lugar. En un editorial recíente, una revista judía francesa, que deberá permanecer en el anonimato, deploró la idea de que ser muerto como judío no era una diferenciación suficiente de judaísmo. ¿Qué es suficiente entonces?
EL JUDÍO AUTÉNTICO
Tal vez valga la pena considerar si las relaciones entre Israel y el mundo árabe son una repetición de las relaciones entre la cristiandad medieval y el mundo judío y quizá, en consecuencia, debemos entender que Israel puede estar en peligro de la misma manera que un judío lo puede. Si no deseamos tomar el ejemplo de Israel, tomemos el ejemplo de la judeidad soviética. Allí también hay un peligro frente al cual no podemos permanecer ciegos. Por eso, si el más asimilado de los judíos toma en serio la experiencia práctica del nazismo y su historia junto con las experiencias diarias que encuentra en su relación con no judíos, tendrá un irresistible deseo de ser un judío concíente, de alguna forma. Cuanto más conciente es un judío asimilado, más debe constituir una nueva conciencia judía. Y es esta autenticidad judia la que analizaré. Primeramente analizaré en detalle dos consecuencias que no surgen de lo que recién he dicho, aunque muy frecuentemente se le atribuyen a ello. La primera de esas consecuencias, que yo condeno, puede ser definida como un resultado del análisis que estoy por hacer. Alguien que sigue la religión porque es religioso es alguien que no nos preocupa en este lugar. Pero si alguien se vuelve religioso meramente como resultado de los hechos que mencioné anteriormente, entonces protesto. Eso llevaría a una inautenticidad absoluta, un preciso ejemplo de falta de motivación. Desde la perspectiva individual realmente sería una actitud de compensación, un reemplazo, un consuelo por la pérdida de parientes o amigos, por ejemplo, desde el ángulo sentimental, y es verdad que el sentimiento puede ser completamente sincero. No se trata de condenar al hombre individual. Es una cuestión de realizar un estudio filosófico independiente del valor metafisico de esta nueva religión. No puedo aceptar que cualquiera que cree en Dios porque ha perdido a su madre o a su padre, es alguien con una fe sincera, alguien que tiene una verdadera visión del mundo. No. Simplemente se trata de alguien que ha perdido a su padre y debe reemplazarlo. Dios es frecuentemente, aunque no siempre, el sustituto de un padre y realmente no querría ser el ejemplo en este caso. Desde un punto de vista colectivo, este sentimiento religioso no debe surgir como una compensación. No alcanza decir que debido a que la sociedad judía ha sufrido mucho en el pasado y está sufriendo actualmente, un nuevo lazo debe crearse.
Si observamos cuidadosamente, encontramos que la religión es la base de este vínculo y que Dios sirve a esto al unificar la sociedad, que es la interpretación que se le da a la religión por los sociólogos. Así es como Durkheim lo explica. Yo digo que no estaríamos en presencia de una fe sincera ni una sincera filosofía de Dios o del mundo. Para creer verdaderamente en Dios uno no debe creer en Él debido a la mala suerte. Uno debe creer en Dios porque cree.
Si la religión es considerada como un sistema, el hábito común que une a un grupo, la cultura se vuelve meramente un adorno: se transforma en un signo exterior, no tiene más importancia por sí misma. Podemos afirmar lo que queremos, podríamos decir que no debe hacerse ningún trabajo los miércoles, que todos sin ninguna excepción deberían dejar la Capital a fin de cada semana o que todos aquellos que viven en la Capital son criminales. La religión es un cemento social artificial: un signo, como dije anteriormente, en lo que cuenta no es lo que está en los textos sino el uso que se les da a los mismos. En política esto se llama oportunismo.
FALSAS CONSECUENCIAS
Una segunda consecuencia que no proviene de lo que he estado diciendo es el nacionalismo reaccionario. La otra era la «religiosidad compensatoria». Esta consecuencia debe ser evitada aunque se la encuentra, ustedes bien lo saben, en muchos judíos. Ha habido mucho antisemitismo, se nos ha hecho mucho daño, ha habido rechazo a reconocernos, pero ahora las cosas están cambiando. En términos filosóficos, debemos responder a la violencia con violencia, pero más precisamente debemos oponernos al exagerado nacionalismo de los otros, el antisemitismo socialista o el del cristianismo fanático, con otro fanatismo que podríamos llamar «nacionalismo cerrado». Pero si hacemos eso, caeremos en lo que Hegel llamó el mal infinito. Pasaremos de la tesis de una situación a una situación que es su opuesta, sin agregar nada más y sin ningún progreso. He escuchado judíos que me decían (por lo menos uno, así que no generalizaré) «los árabes son estúpidos infelices». Me gustaría citar un hecho excepcional, excepcionalmente serio al mismo tiempo que excepcional. En un kibutz de izquierda cuyos miembros masculinos y femeninos son judíos, una judia quería casarse con un árabe que había sido empleado por el kibutz. Pero es bien conocido que un árabe no puede casarse con una judía, aún cuando ambos sean de izquierda y pertenezcan a un kibutz de izquierda. Está la teoría, está el socialismo y por otra parte están los árabes. No apoyamos este tipo de acción, no diremos que este tipo de nacionalismo es la consecuencia de nuestra historia catastrófica. «Es mejor experimentar la injusticia que cometerla» dijo Sócrates y la cita es tan relevante hoy en dia para nosotros como lo fue en la antigua Grecia. En resumen, nunca seremos Jerutniks [Jerut: partido histórico nacionalista] y sólo aceptaremos una verdadera Israel socialista, siempre que ello signifique auténtico socialismo o por lo menos democracia. Una Israel que sólo represente una antítesis no nos interesa y no puede interesar a nadie. Queremos, por el contrario, una Israel donde el hombre judío no sea más esclavo o patrón sino una tercera categoría. Debe ser una sociedad sin esclavos ni patrones, sin superiores o inferiores.
Me gustaría poder decir que uno no puede ser judío a menos que sea progresista. Sé lo prematuro que es esta afirmación, pero creo en ella fervientemente. En cualquier caso, en mi opinión, no se puede tener el derecho moral a querer ser judío y reaccionario porque no se puede tener el derecho moral a ser reaccionario. La conciencia de nuestra historia judía no nos debe llevar a perder nuestra cabeza y llevarnos a ser o religiosos o nacionalistas fanáticos.
LA NATURALEZA DE ESA AUTENTICIDAD
¿Qué naturaleza tendrá esa autenticidad? Paradójicamente debemos darnos cuenta de la ausencia de todo contenido intelectual. El nuevo judío, que ha decidido ser judío a partir de un sentimiento de responsabilidad, no será definido por su cultura judía, por la Torá, el Talmud u otros textos. Anteriormente, tomé la precaución de decir que existen muchos judíos que podrían ciertamente ser definidos por su cultura. Pero estos judíos no tienen ningún problema. Este problema existe para aquellos judíos que no tienen ninguna cultura judía. Y ellos por supuesto existen. Pero esta ausencia de contenido cultural no evita que cualquier judío que se llama a sí mismo judío a partir de una cultura judía, adquiera la misma en función de un interés puramente intelectual y no por otra razón. Este tipo de cálculo parece ser una prolija manera de volverse hacia la verdad, hacia la autenticidad intelectual y también hacia la inteligencia. Pero ustedes han visto también, claramente, que el judío que les he descripto no es un judío existencial, en la verdadera acepción de la palabra. El judío al que estoy describiendo no sólo cree, como lo hace Kierkegaard, que la existencia es pasión y paradoja y que la vida es superior al sistema, y no como Hegel, que el sistema es superior a la vida misma. Mi judío también cree que la substancia de su conciencia es la vida, por una vida tomada como objeto de reflexión por la reflexión de este sujeto. En síntesis, este nuevo judío es alguien con un punto central que es su vida, sus pasiones y sus sufrimientos. Pero también es un pensador atrapado en una multitud de pensamientos; por eso es que debemos agregarle ahora un contenido existencial, todo un sistema de ideas que son reflexiones en todos los sentidos de la palabra. Reflexiones en primer lugar en el sentido de un espejo, de un individuo que se mira a sí mismo y toma noción de su vida pasada y de su significado frente al nazismo o al cristianismo. Pero es asimismo una conciencia definida, una reflexión en el sentido de una búsqueda intelectual constante. Es una reflexión en el sentido óptico. Hemos visto que las nuevas decisiones del judío son el resultado de las experiencias vividas y ha servido como pantalla en la cual la conciencia del judío se proyecta, rebotando como una pelota o una luz brillante. En otras palabras, el nuevo judío es una reflexión, es una creación que me ha provocado el mundo externo, pero ,al mismo tiempo es porque me veo a mí mismo y porque sigo mirándome.
LA NUEVA CONCIENCIA JUDÍA
De este continuo y dialéctico diálogo entre el judío y el no judío, está surgiendo gradualmente una decisión, que finalmente no tiene límites. Y lo que es más importante, es que por sí misma y no, como se podría ver, producto de la desgracia o del nazismo. Las desgracias han tenido un efecto bastante negativo hasta ahora y lo que estoy diciendo es que, desde ahora, ya es tiempo de que tengan un efecto positivo. En cierto sentido, si así lo prefieren, es un desafio, una expresión más clara que una reflexión óptica. Pero un desafio intelectual, no el desafio nacionalista del que hablábamos antes. Un desafio intelectual que tiene un núcleo de verdad pero que necesita agrandarse para ser abierto como una nuez para descubrir la verdad en su interior. La nueva conciencia judía es un desafio a la injusticia. Pero debido a que es un desafio, no puede ser simplemente un sistema de ideas-pensamientos. Debido a que el mundo moderno es lo que es y dado que los judíos están en peligro, esta nueva autenticidad, es decir esta valiente voluntad de ser judío, no debe ahora ser solamente una reflexión en el sentido intelectual sino en un sentido práctico.
CONSECUENCIAS PRÁCTICAS
Me gustaría afirmar aquí que debe haber consecuencias prácticas de este judaísmo. Muy a menudo escuchamos la objeción de que la nueva filosofía está vacía, que los judíos ortodoxos utilizan tanto el pensamiento como la práctica. Las leyes de la «kashrut» son citadas frecuentemente como el mejor ejemplo, pero esto no es lo que yo llamo acción. La acción implica creación, no es repetición. Más aún, la acción no es un simple gesto, aún si podemos decidir no discutir de kashrut como gesto. De cualquier manera,desde el punto de vista del vocabulario, está claro que gesto y acción no son la misma cosa. La acción consiste en crear algo nuevo en el mundo: instituciones, trabajos filosóficos, científicos o literarios. La acción es acción política, pero también una creación intelectual o artística. La acción es todo aquello que trae algo nuevo, que desarrolla el hombre en el desarrollo de la sociedad. Deben notar que la palabra acción sólo tiene significado para sociedades abiertas, como decía Bergson, para sociedades que progresan en pro del futuro, no para sociedades que están siempre repitiendo el pasado por años como los egipcios en la época de los faraones.
A través de los siglos, las sociedades se repiten a sí mismas y entonces, un día sucede la aventura de los Hopi Sun. Ya tuvo bastante, ahora quiere algo diferente, pero no les conté el resto de la historia. Él tenía 18 o 20 años y estaba en la escuela. Cayó enfermo. Hospital, fiebre, sueños, sus ancestros lo llamaban. Se cura, abandona el hospital, deja sus muebles, su rumbo moderno, su modo “americano» de vida y retorna al pueblo Hopi. Se pone nuevamente los mocasines para poder sobrevivir. Mentalmente, él regresa. Pero se trata de una cuestión de equilibrar A con B. Si Hopi Sun tuviera una cultura superior, por una parte habría dejado el modo americano de vida, pero no habría vuelto a los viejos Hopis. Habría guiado a los Hopis a algo díferente, que no sería la antigua forma de vida ni el modo americano.
En síntesis, actuar es crear, trascender. ¿Cómo? ¿Qué hará nuestro nuevo judío? Un judío que está asimilado y es judío, ustedes dirán, es una paradoja. Sí, es una paradoja, así es la humanidad. ¿Qué se puede hacer, qué acción puede seguir un judío? Es muy simple. Es suficiente con ver lo que hacen los judíos que conocemos. Ustedes saben que la preocupación principal es Israel. No es absolutamente necesario disponer de un sistema metafisico de la concepción del mundo para estar preocupado por Israel. Porque en Israel mismo, no es la metafísica lo que importa sino la existencia, la vida de una sociedad, su desarrollo.
Primeramente compenetrémonos con Israel, no justamente de una forma sofisticada. Veamos que Israel es reconocida, que Israel existe y entonces procedamos de acuerdo a lo que ya habíamos sentado pero que puede ser mejor definido, mejor orientado. En el socialismo siempre se puede progresar. Hay mucho para hacer. Hay batallas que luchar, eso es bien sabido. Por eso no hay base para decir que este judío (el mío) está vacío. Créanme, hay mucho para hacer en ese campo. Podría terminar aquí, pero hace falta decir otras cosas. Uno se puede preocupar por las diásporas, por ejemplo. Uno se puede preocupar por los judíos de nuestra comunidad o por los judíos de otras comunidades. No sólo con la idea de dar caridad. El fondo social para la unidad judía debe exsitir, por supuesto, pero no es suficiente. Ocuparse de los judíos, de las necesidades físicas, implica preocuparse por su desarrollo cultural, por su concien cia, por su renovación. No debemos olvidar que nuestro judío es un judío asimilado, que no es lo mismo que decir un judío perdido, sino un judío universal.
Hay una tercera forma de acción. Con la pena de no poder seguir siendo un hombre, con la pena de ser meramente un habitante con una espada pendiendo sobre él, el judío debe preocuparse con los problemas políticos de su patria, es decir toda la humanidad. Uno no puede ocuparse de los problemas de la humanidad de una forma vaga. Preocuparse con tales problemas es intentar hacer progresar a toda la humanidad hacia una cierta dirección específica. En síntesis, es necesario asumir nuestras propias responsabilidades como ciudadanos.
Definir a un judío no es tratar de crear compartimientos en su vida y usarlos sólo ocasionalmente, en momentos tan raros como cuando está en un movimiento estudiantil judío. ¿No están de acuerdo? Ustedes son. a través de su vida, judíos, ingleses, franceses, suecos. Lo que estoy describiendo es la real condición del judío. El judío es un hombre concreto, es decir, un judío francés, un judío sueco, un judío ruso. Integra en sí mismo, como el foco de una lente concentra los rayos, todos los problemas de la sociedad, de su país, todos los problemas del mundo y todos los problemas del judaísmo.
Se puede decir tal vez, en ese contexto, que el judío a través del mundo es más representantativo de la humanidad que cualquier otro hombre, tal vez porque tiene más problemas que los otros y por lo tanto debe ver los problemas de la humanidad como integridad, más claramente. Si ustedes lo prefieren, se puede quizá decir que él es un espejo de aumento de la humanidad. Pero sólo a condición de que no haya creado un gusto. Debe ser un elemento abierto, un judío y un francés (o un sueco o un inglés). Imagínense que me digan que no es interesante ser inglés, que lo que ustedes quieren es ser judíos. Tomado en el extremo, esta afirmación no puede tener significado excepto: «Queremos ser israelíes». Eso es posible. Pero tienen una doble situación, están obligados a una dualidad. La autenticidad del judío en este caso es una dualidad práctica. Somos dobles, no sentimos nuestros cuerpos y mentes desgarrados, no sentimos que estemos multiplicados por dos. Tenemos tanto los problemas de Francia (o de otro país) y los problemas del judaísmo. A veces esto es mucho, pero da una distracción si alguien encuentra que la vida le resulta aburrida. Sin embargo, con seriedad, esta es la verdadera condición donde podemos ser más sinceros, donde podemos ayudar más al judaísmo y a la humanidad para hacerlos progresar hacia una mayor felicidad y una mayor libertad.