Rab. Dr. Efraim Zadoff
En la festividad de Pésaj celebramos, de acuerdo a nuestra tradición cultural que se basa en nuestros libros clásicos compilados en la Torá, el primer paso que dieron los descendientes del patriarca Iaakov hacia la libertad, hacia su conformacón como pueblo y hacia su soberanía.
La celebración se realiza el 15 del primer mes del año –Nisán– de acuerdo a la Torá, y que la tradición rabínica en los primeros siglos de la era cristiana, muchos siglos después da la redacción de los textos bíblicos, convirtió en el séptimo mes al cambiar la estructura del calendario hebreo.
Una de las preguntas que surgen al pensar en los textos que narran la epopeya de la salida de Egipto se refiere al carácter de los mismos:
¿Son la versión exacta de la palabra de Dios, ya sea escrita directamente por Su poder ilimitado o por medio de personas que gozaron de la inspiración divina?
¿Son una crónica exacta o aproximada de hechos acaecidos en el pasado, tal vez en los siglos XV o XIV a.e.c., registrados por historiadores concienzudos?
¿Son una tradición mítica producto de algunos hechos históricos combinados con leyendas arquetípicas acuñadas en el entorno cultural en el que vivían los antecesores de las tribus de Israel?
No es mi intención desarrollar un análisis histórico, arqueológico, teológico, literario, etc. de estos hechos. Estos estudios importantes no son necesarios para aceptar un hecho fundamental: La festividad de Pésaj está arraigada en la tradición cultural judía como la celebración de la obtención de la libertad, en la temporada en la que, en el hemisferio norte, se celebra el renovado despertar de la naturaleza en la primavera y las primeras cosechas agrícolas.
Este es un hecho que no puede ser discutido. Otro hecho indiscutible es que la forma en que se decidió en el pasado el modo de celebrar esta festividad, gozó de una gran libertad.
En un comienzo, de acuerdo al libro de Shmot – Éxodo de la Torá, la celebración de Pésaj consistía en que la población se concentrara en uno de los lugares de culto, sacrificara un cordero y al anochecer comiera su carne asada, acompañada de matzot y hierbas amargas. El motivo era recordar que en la décima plaga en Egipto, la muerte salteó las casas de los israelitas y sus hijos primogénitos no fueron muertos (Shmot 12:3-11). Con el correr de los siglos las tradiciones de la celebración de Pésaj fueron cambiando, al igual que muchas otras, para adecuarlas al devenir de los acontecimientos en momentos específicos.
Un cambio fundamental se registró con el comienzo de la composición de la Hagadá de Pésaj y el carácter de la celebración en ella indicada. El comienzo de la redacción de este texto se puede ubicar en los últimos años de la época de los asmoneos o finales del Segundo Templo (fin del siglo I e.c.) y hasta el final de la época talmúdica y comienzo del período de los Gueonim (siglo VII e.c.) – aproximadamente unos setecientos años más tarde.
Otro de los cambios realizados, esta vez en la narrativa de la epopeya de Pésaj fue que, a diferencia del texto bíblico, Moshé desapareció de la escena. Las razones son diversas y en otra nota presento algunas explicaciones.
Es de puntualizar que las razones para este cambio servían las necesidades (ideológicas, políticas, etc.) de los que determinaban el carácter de la celebración.
Los cambios en la tradición de la celebración de Pésaj nos enseñan algo importante y de relevancia en nuestros días.
En la Hagadá de Pésaj se declara que cada judío, en toda generación, debe sentirse como si él mismo haya salido de Egipto y liberado de la esclavitud.
Esta sensación y necesidad de ejercer la libertad, nos enseña a cada generación y a cada interpretación de la cultura judía, que debemos vivenciar la epopeya tradicional de nuestra cultura nacional en el contexto en el que vivimos y de un modo que haga a nuestra tradición cultural, relevante a nuestra existencia. Pésaj es una de las celebraciones que nos invita a hacerlo.
Tal como se viene haciendo en los últimos cien años, también en el presente podemos redactar la versión de la Hagadá, agregando textos nuevos o cambiando otros para leerlos junto con los tradicionales y a veces combinándolos. (Ver ejemplo)
El lema que sugiero es celebrar el judaísmo con libertad y reinterpretar o renovar nuestras tradiciones culturales, ya sea de las festividades del calendario como de los eventos de vida –bat y bar mitzvá, casamientos, celebración de nacimientos, etc.– para hacerlos relevantes a nuestras creencias y nuestras convicciones.
En esto me acompaña mi convencimiento de que solamente lo que es relevante y significativo para nosotros – perdurará.