Dra. Sara Strassberg-Dayán

De la unión de las parashot «Matot» y «Masaéi» surge la imagen del pueblo de Israel como un pueblo en movimiento que, después de su llegada a las llanuras de Moav, está a punto de culminar su travesía por el desierto e ingresar a la tierra de Canaán. Aquí surge la pregunta: ¿cuál es el concepto de la Torá sobre este pueblo, su naturaleza y su destino? ¿Es verdad que están por terminar de deambular por el desierto con la muerte de todas las personas de «la generación del desierto», y sus descendientes están preparados para ingresar a la Tierra Prometida para vivir ahí una vida estable regida por la Torá? ¿O ellos deberán continuar andando porque quizás el deambular es parte de sus almas o porque ellos son del tipo de personas que «ubi bene ibi patria»? (Donde estoy bien, ahí es mi patria).

En la Parashá «Matot» se cuenta que, después de conquistar los territorios al Este del río Jordán, pidieron los miembros de las tribus de Reuvén y Gad –quienes tenían mucho ganado–, no cruzar el río Jordán rumbo a la tierra de Canaán y recibir como posesión aquellas tierras que eran buenas para el ganado (Bemidbar – Números 32:1-6). La respuesta de Moshé: «¿Acaso vuestros hermanos habrán de ir a la guerra y vosotros os asentaréis aquí?» (Bemidbar 32:6) refleja su desilusión por el hecho de que el cambio de generaciones no trajo el cambio de valores esperado: ellos no tenían sentimiento nacional, no entendían la misión que todo el pueblo debía cumplir en su tierra y se preocupaban sólo por sí mismos y por sus bienes. Y peor aún: Moshé les explica, después de recordarles los pecados de sus padres y la respuesta de Dios en el pasado, que su ejemplo puede influir sobre todos los hijos de Israel hasta el punto de que no querrán cruzar el río Jordán, lo que causaría la ira de Dios, y el pueblo de Israel continuaría deambulando por el desierto. Moshé llega a un acuerdo con ellos: los «rebeldes» se asentarán en los territorios que pidieron con la condición de que participen en la guerra de conquista de la tierra y su división entre las otras nueve tribus y media (incluyendo media tribu de Menashé). (Números 32: 16-33).

La forma en que Moshé maneja la crisis por sí mismo nos enseña que, para él, la travesía aún no terminó. Es decir, que hay que dar al errante en el camino una nueva oportunidad. Solo mediante la educación se puede influir en el pueblo y corregir su camino. También en el caso de que Moshé haya pensado que los miembros de las tribus de Reuvén y Gad –incluso cuando aceptaban sus palabras y hasta parecían arrepentirse colocando primero «lo importante» y después «lo secundario» –como dice el Midrash «Bamidbar Rabá» 22:9 –y aceptaban luchar junto a sus hermanos «ante Dios»– en realidad no lo hacían por fe verdadera sino como «un mandamiento de hombres que les fue enseñado» (Isaías 29:13) con el objetivo de conseguir realizar su voluntad, de todas maneras él llega a un acuerdo con ellos y se ocupa inmediatamente de los preceptos que el pueblo deberá cumplir en su tierra.

Moshé vuelve a este modelo educativo en «Masaéi», cuando prepara una lista de todas las «travesías» del pueblo de Israel (Bemidbar 33:1) para «informar de la misericordia de Dios», según dice Rashi basado en JAZAL – Nuestros Sabios, es decir, para recordar a todo el pueblo los milagros gracias a los cuales ellos están hoy vivos (Midrash Rabá 23:1-49). E inmediatamente después, Moshé se refiere a los preceptos y leyes cuyo cumplimiento es condición para heredar la tierra, asentarse e instalarse en ella para siempre. El recuerdo del pasado es también aquí una condición para la planificación del futuro del pueblo en su tierra.

La concepción del pueblo de Israel en estas parashot es clara: el pueblo de Israel no está destinado a ser un pueblo nómade. Sus andanzas en el camino constituyen la travesía de un pueblo que marcha rumbo a un objetivo final determinado: la tierra de sus antepasados como asentamiento fijo en el cual –y en su perfección solamente en él– debe cumplir la misión de una vida de verdad y justicia para que todos los pueblos sean bendecidos a partir de él, como dice el profeta en la Haftará correspondiente a la Parashá «Masaéi» (Irmiáhu – Jeremías 4:1). Las andanzas del pueblo en el desierto y las retiradas y exilios que ocurrirán en el futuro después de su ingreso a su tierra por la falta del cumplimiento de su pacto con Dios, son capítulos de dicha travesía y su significado depende de su lugar en la misma, no constituyendo una situación permanente. Recordemos que, según el Midrash, los miembros de las tribus de Reuvén y Gad fueron castigados y fueron los primeros en ser exiliados porque «se asentaron fuera de la Tierra de Israel» y porque «se separaron de sus hermanos por causa de su ganado» (Midrash Rabá 22:7).

El mensaje del relato bíblico es que somos un pueblo en medio de una travesía que aún no terminó porque el proceso educativo para comprender nuestra misión aún no se completó. Y este mensaje es muy significativo en nuestros días, teniendo en cuenta los diferentes puntos de vista «diaspóricos» y la división de la existencia de los judíos entre el Estado de Israel y la Diáspora, y más aún cuando la mayoría del pueblo está en la Diáspora y continúa al parecer pensando –como lo dijo M.I. Berdichevsky en su momento- que «su condición errante es su esencia» («Kitvei M.I.B.», p. 47).

Jazak, Jazak ve Nitjazek.

Traducción del original hebreo: Rabina Sandra Kochmann.

Editado en hebreo e inglés por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos de Jerusalem, publicado en castellano en el periódico israelí Aurora, y en el libro de Sara Strassberg-Dayán, Judaísmo y Humanismo- Elisha ben Abuya (teatro), Ed. Dorgraf, Tel Aviv, 2017.

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