Rabino Avi Pascal

Bemidbar 12:1-16

(1) Y habló Miriam y Aharón contra Moshé a causa de la mujer «kushita» [de tez morena, de Etiopía] que él había tomado por mujer. (2) Y dijeron «¿Acaso únicamente con Moshé habló el Eterno? También habló con nosotros». El Eterno oyó eso. (3) Moshé era un hombre muy humilde, más que todos los hombres de la tierra. (4) De pronto el Eterno dijo a Moshé, a Aharón y a Miriam: «Salid los tres al Tabernáculo». Y los tres salieron. (5) Entonces el Eterno descendió en una columna de nube y se detuvo a la entrada del Tabernáculo; y llamó a Aharón y a Miriam que se aproximaron presurosos. (6) Y les dijo: «Escuchad mis palabras. Si hubiera un profeta entre vosotros, yo, el Eterno, me haría conocer a él en una visión y le hablaría en un sueño. (7) No es así con mi siervo Moshé que me es fiel en toda mi casa. (8) Con él hablo boca a boca [cara a cara], en visión directa y no con acertijos y él contempla la imagen del Eterno. ¿Por qué no habéis temido de hablar contra mi siervo Moshé?» (9) Se encendió la ira del Eterno contra ellos y se retiró. (10) La nube se disipó del Tabernáculo y Miriam se volvió leprosa [blanca] como la nieve. Al ver Aharón que estaba leprosa, (11) le imploró a Moshé «Mi señor, haz que no seamos castigados por el pecado que cometimos con tontera. (12) Que no sea ella como muerta que al salir de la matriz de su madre su carne está medio consumida». (13) Entonces Moshé clamó al Eterno: «Te ruego Dios que la cures». (14) Y el Eterno dijo a Moshé: «Si su padre le escupiera en su cara ¿ella no se avergonzaría siete días? Deberá estar encerrada durante siete días fuera del campamento y al cabo de los mismos será reintegrada». (15) Miriam fue encerrada fuera del campamento durante siete días y el pueblo no se movió hasta que Miriam fue reintegrada. (16) Tras esto el pueblo se fue de Jatzerot y acampó en el desierto de Parán.

 

La Dra. Tzofiá Meler (se doctoró en educación, una de los directores del sitio Jófesh, simpatizante del Judaísmo como Cultura) explica este fragmento del siguiente modo:

«En la epopeya del tránsito de las tribus de Israel por el desierto, se insertan fragmentos narrativos y mitos de la vida de los próceres del pueblo en aquel entonces, especialmente de sus líderes y salvadores – los tres hijos de Amram y Iojéved su mujer, de la tribu de Leví: Miriam, Aharón y Moshé. Dos de ellos – Miriam y Moshé, llegaron a ser profetas, y Aharón a ser sacerdote. Los dos hermanos – Aharón y Moshé, compartieron el rol de la dirigencia: el profeta (el legislador) y el sacerdote (el que ejecuta), y cuatro de los cinco jumashim (libros de la Torá – el Pentateuco) narran extensamente pasajes de su vida privada y pública. A su hermana Miriam, que también ella cumplió el rol público de profeta y poeta (Shmot – Éxodo 15:20) y también líder de las mujeres del pueblo, la Biblia dedica sólo contados versículos – en su mayoría (dieciséis versículos) en esta parashá, Bemidbar (Números) 12.»

 

Miriam y Aharón plantean el interrogante si Dios habló sólo a Moshé, y de este modo se rebelan ante la posición especial atribuida a Moshé. Su planteo es que también sus palabras deben ser consideradas autoritativas y obligatorias. También ellos, al igual que Moshé, hablaron por inspiración divina.

Moshé no responde. En vez de esto, es Dios quien interviene en este drama de competencia entre hermanos. Dios reitera su preferencia, reprende a los dos rebeldes, y en definitiva castiga a Miriam con lepra por haber aspirado a tener el mismo rango que Moshé. La exclusión en el canon bíblico no se refiere solamente a mujeres. Sin embargo el hecho de que Miriam es castigada y Aharón está exento de castigo, insinúa que la ley soporta mucho menos las voces de oposición femeninas.

 

Dios no se apiada de Miriam y agrega en su humillación comparándola con una hija avergonzante: «Si su padre le escupiera en su cara ¿ella no se avergonzaría siete días? Deberá estar encerrada durante siete días fuera del campamento y al cabo de los mismos será reintegrada».

 

En estos quince versículos se presenta un drama tenso entre cuatro personajes o, mejor dicho, entre un personaje femenino (Miriam) y tres reacciones: de Dios, de Moshé y de Aharón. Miriam abre con una ofensa no muy clara respecto a la mujer «kushit» (¿negra? ¿etíope?). JAZAL – los sabios de la época de la Mishná plantean que Miriam estaba a favor de la mujer «kushit». Ellos proponen que Moshé amaba tanto su rol que la descuidaba, y Miriam demanda que sea respetada. Pero el planteo tal vez chismoso sobre la mujer «kushit» es en realidad una cortina de humo para distraer del verdadero ataque y la verdadera ofensa. La exclusividad en la profecía, de la palabra de Dios, que se le atribuyó a Moshé, es la razón verdadera de la ofensa. Miriam habla: «Y habló (vatedaber – en femenino) Miriam y Aharón contra Moshé». Miriam y Aharón estaban allí, pero ella es la que habla. Presten atención a Dios: él va por ahí enojado y «de pronto» habla, se ofendió por Moshé, él habla con Moshé «boca a boca» – le transmite sus palabras, como si fuera una respiración artificial boca a boca. Ya que Miriam es la que habla, ella es también la castigada principal, o ¿tal vez porque es más fácil catigar a una mujer, como dice Tzofiá Meler?

 

Moshé es modesto, él no reclama el liderazgo sino que lo rehusa. El yugo de la misión de liderazgo no fue nunca su aspiración. «Moshé era un hombre muy humilde». Amo a este «hombre Moshé», el hombre, el ser humano, el único, en confrontación con «el líder, el profeta, el legislador». Debajo de todas las otras cosas ¡hay un hombre! La envidia de las personas como Miriam y Aharón es natural y tan humana. ¿No son ellos seres humanos?

 

Miriam, muy amada por el pueblo, sufre el castigo de la lepra, permanece una semana en el encierro por la lepra y retorna. El pueblo no se mueve hasta su retorno. Parece que entienden que desafiar al liderazgo es difícil y doloroso, pero ellos no renuncian a su instructora de danzas, de música y un poco de profecías. Ellos saben como los chinos que se precisa: «una moneda para el pan, y una moneda para una flor/el arte/la espiritualidad, para que haya para qué vivir».

 

Shabat shalom,

¡Que tengamos un shabat rico en espíritu y generoso en la acción!

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