Rodrigo (Afro) Remenik

Parashat Vaikrá es la primera sección del tercer libro de la Torá y como tal, da nombre a todo el libro (Levítico). Esta parasha en particular y todo el libro en general está enfocada en las normas y leyes que determinan los sacrificios que el pueblo de Israel debe realizar en la Tienda Sagrada (Ohel Moed).
Es por esta razón que no es fácil para el hombre laico del siglo XXI encontrar sentido, valores humanistas o importancia histórica a este libro. Su fijación excesiva en detalles procedurales parecen obsesivos, sus descripciones sobre sacrificios de animales se oponen a todos nuestros valores laicos y ambientalistas y su relación con los «pecadores» nos resulta intolerable desde nuestra perspectiva humanista.
De hecho, la primera reacción al enfrentar Vaikrá es de rechazo, enojo e incluso repulsión, y la pregunta: ¿ Los judíos laicos no deberíamos desterrar este libro de nuestra lectura?
Sin embargo, una segunda o tercera lectura de Vaikrá puede tener una importancia fundamental a la hora de entender, desde una perspectiva laica, el concepto de sacralidad en la Torá, y la relación que los laicos tenemos con lo «sagrado».
Pero antes de seguir debo hacer una advertencia: Para que podamos profundizar en el entendimiento de la relación de los laicos con lo sagrado debemos echar mano a dos valores centrales del laicismo y debemos dejar de lado -por lo menos en un primer momento- dos valores no menos fundamentales. Los valores que debemos exacerbar en una primera etapa (exploratoria) son la apertura de la mente y el pluralismo. Y los valores que debemos reprimir por un momento son los valores de la crítica y la racionalidad. Sin esta «discriminación positiva», la exploración de lo sagrado se vuelve tediosa e infértil, y el libro Vaikrá no nos ayudará en esta tarea.
Primero que nada debemos entender el lugar estratégico que el libro Vaikrá posee en el Pentateuco: es el tercero entre cinco libros, que lo sitúa en el centro de la Torá.
Esta cosmogonía de cinco, en que lo sagrado (o el puente con lo sagrado) se encuentra en el centro y cuatro diferentes elementos lo rodean se repite en diferentes momentos en la Biblia.
Por ejemplo, en el libro que sigue a Vaikrá – Bemidbar (Números) se describe cómo la Tienda Sagrada es custodiada por la tribu de los Levitas, los que a su vez son protegidos por cuatro columnas de guerreros, dos por delante y dos por detrás, pertenecientes a las otras doce tribus de Israel.
No parece sólo una feliz coincidencia que la Tienda Sagrada sea cuidada por los levitas y que la versión griega de Vaikrá haya sido traducida como «Leviticus», es decir «Libro sobre los Levitas», a pesar de que en este libro los levitas no sean mencionados.
Esta cosmogonía del cinco también la encontramos en otras culturas. Para Aristóteles, el mundo se componía de cuatro elementos terrenales (tierra, agua, fuego y aire) y un quinto elemento superior, el “éter”. También el hinduísmo y la tradición japonesa utilizan una cosmogonía parecida.
También cosmonogías más recientes mantienen esta estructura. Para el Tarot el mundo se configura en torno a los cuatro arcanos menores que representan el mundo terrenal (oros, bastos, copas y espadas) y una quinta esencia, los arcanos mayores, que tienen un carácter sagrado.
Desde el punto de vista de las diferentes cosmogonías del cinco, los cuatro elementos básicos representan a su vez un camino a seguir, un posible desarrollo de lo humano para poder elevarse a lo sagrado.
El primer paso, simbolizado por la Tierra, representa a los elementos materiales que constituyen la realidad. Es un estado en que los principales componentes que conforman la sustantividad se concretizan. Aplicando la cosmogonía del cinco a los libros de la Torá, el elemento Tierra corresponde al libro Bereshit (Génesis), un libro que nos otorga los ingredientes fundamentales de la condición humana.
El segundo estado, con alegoría en el Agua, nos muestra una etapa de avance creativo, un devenir en el que surgen otras realidades, un fluir hacia nuevas dimensiones. De esta manera, podríamos entender de una forma diferente el libro Shemot (Éxodo).
El tercer paso, figurado en el Fuego, es una etapa de transformaciones profundas, provenientes del interior. Una etapa de cambios radicales y dolorosos. Una etapa de reorganización interna y acumulacion de energia. Y quizás éste es el significado del cuarto libro de la Torá, Bemidbar (“Números”).
El cuarto paso, correspondiente al Aire, es una etapa de elevación, de comprensión desde un punto de vista superior y de reflexión sobre el camino recorrido. Es una etapa racional y racionalizadora en esencia. Ve todo el proceso recorrido desde lo alto, sin involucrarse totalmente en él. Quizás de esta forma podemos entender el quinto libro de la Biblia – Dvarim (Deuteronomio), en el que Moshé le habla al pueblo de Israel desde su lecho de muerte.
Por último, el quinto paso, simbolizado por el Éter, se sitúa en el centro del esquema, ya que en torno a él giran los otros elementos. Esta etapa se caracteriza por ser la elevacion a lo sagrado de todos los elementos que conforman la realidad (Tierra, Agua, Fuego y Aire).
En la Torá, este proceso de sacralización se lleva a cabo en el libro de Vaikrá. Este libro es la piedra angular donde apuntan todos los otros libros. Como judíos laicos humanistas debemos prestar especial atención a nuestra propia cosmología y sólo desde ella leer el libro de Vaikrá.

 

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