Rabino Dr. Efraim Zadoff
Capítulo 7 (1) El Eterno dijo a Moshé: «Mira, te encomiendo que obres como si fueras Dios ante el Faraón, y tu hermano Aharón será tu portavoz. Tú hablarás todo lo que Yo te ordene y tu hermano Aharón dirá al Faraón que permita a los hijos de Israel irse de su tierra. (3) Pero Yo endureceré el corazón del faraón y multiplicaré mis señales y Mis milagros en la tierra de Egipto. (4) El faraón no os escuchará, mas Yo pondré Mi mano sobre Egipto y sacaré a Mis Ejércitos, a Mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con grandes castigos. (5) Entonces sabrán los egipcios que Yo soy el Eterno, al extender Mi mano sobre Egipto y libraré a los hijos de Israel. (6) Moshé y Aharón hicieron como les había ordenado el Eterno. (7) Moshé tenía ochenta años de edad y Aharón ochenta y tres al hablar con el faraón.
En este fragmento de la parashá encontramos la «sinopsis» de la historia de las diez plagas y el rol que cumplen en la epopeya de la salida del pueblo de Israel de Egipto. El narrador nos cuenta desde un comienzo cómo será la evolución de los acontecimientos y cuál es la razón, en última instancia del avance de los mismos de este modo.
El personaje que detenta el poder absoluto sobre todas las personas, presenta su estrategia en el devenir de los hechos en los próximos actos del drama o la tragedia, cuyo tema principal se refleja en el título que dieron los editores eclesiásticos a éste segundo libro del Pentateuco: el Éxodo. Este título hace referencia a la salida de las tribus de los descendientes de Israel o Iaakov de Egipto, al desierto, tras cuyo horizonte se reencontrarán con su tierra prometida. El éxodo [en griego: salida] de la esclavitud con una realidad conocida, a la libertad con la incertidumbre que ésta implica.
Éste primer acto se refiere, aparentemente, a la propuesta que no se puede rechazar, que presenta el personaje todopoderoso por medio de sus agentes, al personaje que pretende ser también él poderoso. La propuesta es que deje salir a sus devotos por unos días, a rendir culto en su honor. Sin embargo, el verdadero móvil de ésta evolución, tal como la presenta el redactor, es que quede bien claro quién es el auténtico soberano. Este personaje todopoderoso, podría influir sobre el faraón, en forma explícita o encubierta, y «ablandar su corazón», para que permita a las tribus salir pacíficamente. En cambio, opta por «endurecer su corazón», para escarmentarlo y obligarlo con acciones que reflejan medidas de crueldad, que haga lo que él le impone. Aquí presenciamos un accionar didáctico de la fuerza todopoderosa, cuyo objetivo es enseñar al mundo quién es el más fuerte.
Veamos unos ejemplos de estas plagas:
(20) Moshé y Aharón hicieron como les había ordenado el Eterno. [Aharón] alzó la vara y golpeó las aguas del río a la vista del faraón y de sus siervos, y las aguas se convirtieron en sangre. (21) Los peces que había en el río murieron, y por el olor hediondo del río, los egipcios no pudieron beber de sus aguas.
(8:2) Aharón extendió su mano sobre las aguas de Egipto y subieron las ranas; [las que] cubrieron la tierra de Egipto.
Sucesivamente se produjeron las otras plagas que se describen en esta parashá y la siguiente: piojos; insectos dañinos (arov); muerte del ganado; sarna; granizo, lluvia y truenos; langostas; tinieblas y finalmente la muerte de todos los primogénitos.
Por si queda alguna duda del motivo último de estas acciones, leemos que cuando el faraón solicitó a Moshé que cesase la plaga de las ranas, éste explicó su respuesta positiva: (6) … para que sepas que no hay como el Eterno, nuestro Dios.
Esta narración refleja, seguramente, uno de los aspectos de la naturaleza humana: la necesidad de imponer una actitud o de resistirse a un diálogo racional que considera los intereses de ambas partes. Si lo seres humanos optáramos por la segunda opción, el mundo se vería muy distinto y se habría ahorrado mucho sufrimiento a la humanidad.
Nos deseo un shabat en el que aprendamos a respetar nuestras diferencias y a aceptar una pluralidad de posiciones, buscando el modo de defender nuestro bienestar sin arrollar al prójimo.
Shabat shalom.