Rabino Dr. Efraim Zadoff
En esta parashá se narran tres temas centrales:
Iosef hijo de Iaakov, príncipe de Egipto, descubre su identidad a sus hermanos y se reconcilia con ellos. Acto seguido Iaacov emigra (desciende) a Egipto con todo su clan y se reencuentra con su hijo predilecto, que pensaba muerto. En esta cima de emoción Iaakov dice a Iosef: «Ahora puedo morir después de haberte visto, pues sé que vives» (46:30).
El segundo tema es la descripción del asentamiento del clan de Iaakov, los hijos de Israel en la tierra de Goshen en Egipto, y un encuentro muy agradable del Faraón con Iaakov y algunos de los hermanos de Iosef.
El tercero es una lista genealógica de la descendencia de Iaakov, también llamado Israel, al «descender» o emigrar a Egipto.
En las próximas líneas quiero referirme a uno de los versículos de esta genealogía:
Iosef tuvo en la tierra de Egipto a [dos hijos] Menashé y Efraim, con Asnat hija de Poti Fera sacerdote de On. (46:20)
Esta descripción, como la que se realiza en otros pasajes del Pentateuco, refleja una realidad social imperante en la sociedad israelita en la época bíblica. De acuerdo esta tradición, la pertenencia al clan israelita se determinaba por vía paterna. Es decir, en ningún lugar de las fuentes clásicas judías se ponía en duda la legitimidad de la pertenencia al clan de los hijos de Iosef y Asnat la egipcia, hija de un sacerdote del rito egipcio. Un caso similar vemos con Moshé, cuyos hijos que tuvo con Tzipora la midianita –Guershom y Eliézer– su pertenencia al pueblo de Israel nunca fue puesta en duda.
La tradición que conocemos en nuestros días que la pertenencia por nacimiento al pueblo judío se determina por vía matrilineal es resultado de un cambio que se realizó después de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén (año 70 e.c.). Este cambio lo realizaron JAZAL – Jajameinu zijronám livrajá (nuestros eruditos de bendita memoria) que establecieron las bases de lo que hoy conocemos como Judaismo Rabínico.
Los primeros escritos de JAZAL llegaron a nosotros en la compilación de la Mishná, que fue finalizada a mediados del siglo III e.c. Entre los muchos cambios que realizaron en las tradiciones bíblicas acostumbradas hasta la destrucción del Segundo Templo, también establecieron que sólo el hijo de una mujer israelita puede ser considerado israelita (Maséjet Kidushín, cap. 3 mishná 12). En un comienzo se exigió que también el padre debía serlo, pero más adelante los redactores de los libros que fueron compilados en el Talmud (hasta mediados del s V e.c.) determinaron que es indistinto quién es el padre, y que solamente la madre es determinante.
Este cambio causó problemas a los pensadores e interpretadores de las fuentes en los siglos venideros, ya que creaba una contradicción entre la realidad, tal como se presentaba en el relato bíblico, y la ley rabínica aceptada por los judíos que respetaban lo establecido por JAZAL en la Mishná, el Talmud y la literatura posterior que se basaba en estas compilaciones.
Así es como en un Midrash (interpretación alegórica) del siglo XIII –Ialkut Shimoní (Parashá Vaishlaj, 134), rescatan una trágica historia, narrada en la Parashá Vaishlaj referente a Dina, la hija violada de Iaakov (Bereshit – Génesis cap. 34). El texto del midrash dice así: «Dina quedó encinta tras haber sido violada por Shjem, y dio a luz una hija a la que llamó Asnat. Los hijos de Iaakov tramaban matarla porque por ella se iba a decir que hay una hija de la prostitución en las tiendas de Iaakov«. Pero Iaakov que era muy piadoso «le hizo un amuleto de oro con el nombre Santo y lo colgó de su cuello y la envió [al camino]; y, todo está previsto ante el Santo Bendito Sea, descendió el ángel Mijael y la condujo a Egipto a la casa de Poti Fera porque Asnat era adecuada para Iosef; como la mujer de Poti Fera era estéril, la crió como hija suya y Iosef la tomó como mujer.»
¿Por qué razón el autor de este midrash tuvo que relacionar a Asnat con el clan de Iaakov?
En la historia de Iosef había un hecho que le molestaba: ¿cómo es posible que los hijos de Iosef, Menashé y Efraim, que fueron los únicos que Iaakov, antes de morir, les dio una bendición positiva y generosa (Bereshit 48:17-22), hayan sido hijos de una egipcia. Durante ocho siglos de tradición rabínica, desde la legislación registrada en la Mishná y el Talmud y hasta la redacción del Ialkut Shimoní, esta situación era inaceptable y era preciso solucionar esta incongruencia.
Esta preplejidad sobresalta aún más al leer, unas páginas más adelante en el mismo libro (Ialkut Shimoní, Iehoshúa 9), la siguiente afirmación: «hay mujeres piadosas que se convirtieron: Hagar, Asnat, Tzipora, Shifrá, Puá, la hija del Faraón, Rajav, Rut y Iael la mujer del clan Keiní«.
También aquí el autor sintió la necesidad de componer la contradicción, esta vez por medio de la conversión, al igual que lo hizo con Tzipora esposa de Moshé y con Rut la bisabuela del Rey David.
Quiero desearnos a todos que éste sea un shabat de alegría, responsabilidad y respeto a nuestras tradiciones, adecuándolas a las necesidades de nuestro pueblo en el presente.
Que adoptemos en este caso la tradición bíblica junto con la tradición rabínica de JAZAL, sin tener que formular interpretaciones extrañas.
Y que aceptemos en el seno de nuestras comunidades con amor y con un abrazo fraternal, también a las hijas y a los hijos de varones judíos, que desean pertenecer al pueblo judío. ¡Shabat shalom!